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284 D. CASTILLO listas» (nombre con el que en esta visión «materialista» se designa a toda interpretación «no materialista»). ¿De dónde procede, entonces, el carácter unitario que presentan las creencias religiosas? No es preciso acudir a la unidad de la natura­ leza en todos los hombres. El autor lo explica — por las condiciones sociales y geográficas — por las particulares características del pensamiento primitivo, comunes a todos los hombres de esos niveles primarios . carácter concreto . objeto material: fenómenos de su entorno unidos a las acti­ vidad material (cf. p. 29). Puestos ya estos fundamentos, estudia, a continuación (pp. 30ss), las teorías sobre el origen de la religión: mana - monoteísmo original - teísmo original - animatismo. Frente a estas teorías, opta por el feti- chimo, como forma primaria de la religión. «Si debemos proceder al establecimiento de la forma primaria de las creencias religiosas, teniendo en cuenta estas particularidades del pensamiento primitivo, la variante más aceptable resulta aquélla, se­ gún la cual, esta forma primaria podía ser solamente el fetichismo» (p. 32). La noción que propone de este sistema religioso es la capacidad existente en el hombre primitivo de atribuir a las cosas características no percibidas por los sentidos. «La actitud fetichista ante algunos obje­ tos hace que en el comportamiento del hombre aparezcan elementos que durante el ulterior desarrollo se conviertan en ritos religioso-má- gicos... Las creencias fetichistas desembocan en actos mágicos» (p. 33). Posteriormente, propone el proceso evolutivo que experimentan las creencias religiosas: Se inicia con el fetichismo, siguiendo una etapa posterior compleja, que continúa con el dualismo primitivo que origi­ nará el concepto de espíritu, se desarrolla el totemismo (animal y vege­ tal), la zoolatría, que producirá el teroteísmo (divinizaciones de las fieras), y culminará en el culto a los antepasados (cf. pp. 33ss). Todo «este» mundo del «espíritu», que entra en la ciencia por la teología (p. 41), da origen posteriormente al polidemonismo-politeís- mo (demonios y dioses). Pero todo «este mundo» debe ser interpre­ tado como proveniente de «este otro mundo» humano, el material, que produce conductas mágicas en búsqueda de bienestar material y seguridad humana. En cuanto a las religiones de la Sociedad antigua del Mediterráneo: Egipto antiguo, Antiguo Israel, Grecia y Roma (pp. 59ss), Kryvelev

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