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A. KRYVELEV Y G. BUENO 239 ni automática (p. 11), en su estudio nos ofrece una lectura que refleja constantemente un marcado determinismo económico, de cuya inter pretación parece haberse liberado el mismo Engels, frente a las acusa ciones de Dürhing. 5.a Al hablar de la importancia de las personalidades religiosas en el proceso dela historia de las religiones, Kryvelev se mantiene en plena lógica marxista-leninista, al reconocerles sólo una cierta impor tancia secundaria (p. 14). Nos parece que esta opinión está contra las Ciencias antropológicas, particularmente la psicosociología religiosa. Los carismas personales de los fundadores de las distintas religiones condicionan, de suyo, el origen y el desarrollo de las instituciones por ellos creadas, aunque haya que admitir, también, condicionamientos histórico-culturales. 6.a Por lo que se refiere al origen de las religiones, en particular las primitivas, Kryvelev sigue, una vez más, la interpretación más clá sica del marxismo. La religión surgiría como ilusión de una relativa seguridad, por miedo ante la naturaleza y opresión de la conciencia (cf. pp. 19ss; 56ss). Esta explicación del fenómeno religioso nos re trotrae históricamente a la interpretación iluminista racionalista del primer período de la crítica de la religión en Marx, y que por otra parte, éste superó en etapas posteriores. Atribuir a «interpretación burguesa» (p. 64) cualquier otra explicación, nos parece volver a los «lugares comunes» del marxismo-leninismo clásico acríticamente. Por lo que respecta a las particularidades que señala a las creencias religiosas, es justo reconocer los rasgos comunes por él indicados (p. 29). La religión está condicionada por todos estos medios sociales, geográficos, etc. Pero consideramos poco científico reducirlos a las causas materiales, como si ellas fuesen las únicas causas determinantes del origen y de su consiguiente desarrollo. Tampoco nos parece exacta la afirmación de que la religión no se presente como cosmovisión com pleja (p. 29). En una auténtica experiencia religiosa es toda la persona la que procura responder y engloba su respuesta, también en torno a Dios, mundo y hombre. Pocas cosmovisiones pueden ofrecer un sen tido más complejo y, a la vez, más unitario que la religión. 7.a Es curioso, también, advertir el origen que atribuye al término «espíritu» en las ciencias. Lo hace provenir de la teología (p. 41). Una afirmación apriorística. El autor parece desconocer los estudios que, desde E. B. Tylor hasta nuestros días, se han venido realizando en orden a profundizar en el sentido del animismo y sus mecanismos psíquicos.
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