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A. KRYVELEV Y G. BUENO 295 tenidos religiosos, el conjunto de elementos que envuelven, a forma de corteza, el núcleo de la religión. Por lo que respecta al proceso histórico de la religión, Bueno lo entiende no como desarrollo antropomórfico, sino zoomórfico. Es pre­ ciso reconstruir la historia de las religiones desde esta perspectiva an­ gular zoomórfica, en la que no tiene base la teoría evhemerista (los dioses son el resultado de una apoteosis de hombres sobresalientes), sino que es necesario interpretarla desde el zoomorfismo: reconstruc­ ción histórica de los númenes humanos y dioses como resultado de procesos de zoomorfismo (pp. 170ss). El hecho religioso es necesario entenderlo desde este proceso. Y la religión consistiría, propiamente, en mirar todo «sub specie animali- tatis» (p. 171). Esto no impide que, a veces, «lo numinoso cristalice en formas sobrenaturales, en formas casi omnipotentes, divinas, for­ mas terribles...» (IbidA ¿De dónde procede esta opción zoomórfica? El mismo autor reco­ noce, como ya hemos indicado, que es una opción filosófica. Procede de una opción de antropología filosófica, en el fondo materialista (pp. 172-174). Seguidamente, Bueno establece, en una cuantas páginas (pp. 172ss), un diálogo abierto y crítico con el sistema porfiriano, tratando de dilu­ cidar el problema de las relaciones lógicas entre género-especie. Todo ello en orden a situar al hombre dentro del proceso filogenético y, al mismo tiempo, a reconocerle en sus peculiaridades en este proceso de hominización (racionalidad, espíritu, etc.), sin necesidad de conside­ rarlo como un doble de cuerpo-espíritu. A esta nueva forma de inter­ pretar el árbol de Porfirio nuestro autor la llama «concepción dialéc­ tica de taxonomía que necesitamos en filosofía de la religión» (p. 187). Por ultimo, siguiendo en esta misma línea a lo largo de su obra, Bueno se ocupa de analizar el curso de la religión en sus tres fases esenciales (pp. 216ss). Parte, antes de nada, del reconocimiento de la dificultad que supone el pretender precisar la forma concreta de esta génesis. Existen dis­ tintos factores, entre los cuales debe destacarse el lingüístico (p. 232). Pero en definitiva, resulta ardua esta tarea. Y, sin embargo, él la aborda. Dando por supuesto su concepción zoogenética, según la cual los animales constituyen el núcleo de la religión, distingue tres grandes estadios o fases consecutivos en el desarrollo histórico de la misma

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