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290 D. CASTILLO No existe, por tanto ciencia de la religión, sino ciencias múltiples que pretenden acercarse desde distintas perspectivas a lo meramente cortical de aquélla, sin adentrarse en la esencia misma de la religión, propio de la filosofía de la religión. Siguiendo esta misma dirección de diferenciación entre ciencias y filosofía de la religión, Bueno aclara: «Las ciencias de la religión se mantienen más bien en el plano fenomenològico, mientras que la filo­ sofía de la religión necesita poner pie en el plano de la verdad» (p. 78). Desde esta perspectiva, ¿qué relación existe, entonces, entre la filosofía de la religión y la Antropología? Bueno trata de ubicar la filosofía de la religión dentro de la Antropología filosófica, reducién­ dola, incluso, a ella. «Por lo demás, nosotros suponemos que la filosofía de la religión se reduce a la antropología filosófica. Ello, debido a que la religión ha de figurar como característica del hombre (característica que no puede atribuirse propiamente a los animales, ni a hipotéticos espíritus sobrehumanos») (p. 76). Aunque, inmediatamente después, sale al paso de dos interpretaciones a las que pudiera dar lugar, y que Bueno no admite. Una, la de aquellos (teólogos, filósofos y algunos antropólogos positivos) que «consideran la religión como diferencia específica del hombre respecto a los demás animales» (Ibid.)} Otra, la de «confun­ dirse con la concepción antropoiogista que pretende reducir la religión a condición de una relación interna circular entre los hombres, de esos hombres «que hacen a los dioses a su imagen y semejanza», porque son «la medida de todas las cosas» (Ibid.). ¿Cuáles son, desde este punto de mira, las peculiaridades de la filo­ sofía de la religión? Dos principales, señala nuestro autor: «su carác­ ter gnoseologico y el carácter crítico de esta gnoseologia y en virtud del cual lo que es gnoseològico se opone a lo que es ontologico, como lo que es crítico a lo que es fenomenologico» (p. 78). En el proceso de la filosofía de la religión, desde esta visión gno­ seologica, se presentan, también, dos propiedades genéricas: su natu­ raleza ontologica (oponiendo ahora ontologico a sociológico o psico­ lógico) y su naturaleza dialéctica (en cuanto se opone a analítica) (pp. 78-79). El autor se dedica, a continuación, al examen de cada una de estas características (pp. 79ss), partiendo de la afirmación fundamental de toda la primera parte de su obra: la necesaria perspectiva gnoseologica de la filosofía de la religión que sirva de crítica de la religión y de los saberes sobre ella (p. 72). El poder crítico de toda filosofía de la reli-

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