PS_NyG_1986v033n002p0253_0277

LA JUSTIFICACION INTELECTUAL DE DIOS 261 Por lo tanto, esta cuestión es ineludible para todo hombre. Dios está dado simplemente como problema: la solución corresponde a cada persona. Se pone de manifiesto que tanto el ateísmo como el agnosti­ cismo o el teísmo son soluciones; lo importante es descubrir que el problema lo es para todos, y que por ello son posibles diversas pos­ turas. Según Zubiri, ésta es especial tarea de nuestro tiempo, pues hoy tanto el ateo, como el agnóstico o el teísta no ven sus posiciones como tomas de postura ante un mismo y más radical problema. Cada uno cree disfrutar de la «conditio possidentis» y obliga al otro a justifi­ carse. Para todos ellos no existe un problema de Dios, porque cada uno ve su postura como la más lógica y natural tal y como están dadas las cosas. «El hombre actual se caracteriza no tanto por tener una idea de Dios positiva (teísta) o negativa (ateísta) o agnóstica, sino que se caracteriza por una actitud más radical: por negar que exista un ver­ dadero problema de Dios» (HD 11-12). Los esfuerzos deber ir enca­ minados, en primer lugar, a poner de manifiesto que el problema de Dios no es algo que el hombre podría o no plantearse, sino que está ya planteado por el mero hecho de ser hombre. Se hace patente que es necesario justificar las posturas, dar razo­ nes, porque lo único cierto es que hay que elegir: la elección, a lo sumo, será razonable. Lo teologal es, pues, a la vez que ubicación y descubrimiento del problema, necesidad de justificar la postura adop­ tada. No basta con un sentimiento, una pura creencia que se valga por sí misma. La creencia, y en este preciso ámbito son igualmente creen­ cias tanto las posturas teístas como las no-teístas, necesita justificarse porque es respuesta a un mismo problema. No se trata de demostrar nada, sino simplemente mostrar cómo cada hombre ha realizado su Yo, dónde se apoya y por qué. Por esto mismo, lo teologal, además de una dimensión, es una experiencia. Al ser el problema de Dios el problematismo de la exis­ tencia humana, todos los actos del hombre, en cuanto que en ellos se hace a sí mismo, son tomas de postura ante el fundamento. El hom­ bre está haciendo continuamente una experiencia teologal, su vida entera es experiencia teologal: «La realización del hombre es lo que de una manera sintética ha de llamarse experiencia teologal» (HD 13). Esta experiencia tiene también una dimensión social e histórica: la humanidad entera ha hecho su experiencia del fundamento, lo que constituye el ámbito de la historia de las religiones. Resumiendo, «la dimensión teologal es un momento constitutivo de la realidad humana, un momento estructural de ella» (HD 372),

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz