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258 V. M. BORRAGAN El hombre es una realidad propia, suelta de la realidad, pero que está aún por redondearse, por completarse. El hombre es absoluto inacabado, en camino. De ahí la importancia que para él tiene todo acto, ya que en cada uno va dibujando su modo de ser absoluto. Este desamparo con respecto a su hacerse, este no saber de modo fijo cómo ser absoluto, le crea una inquietud. No se trata simplemente de la in­ quietud por vivir o sobrevivir, sino de algo más radical. Es la inquie­ tud por determinar su absoluto, por concretarse: «la inquietud es el problematismo de lo absoluto» (HD 52). Finalmente, en virtud de su realidad el hombre tiene un ser en el mundo. Ser es, para nuestro autor, la actualidad de lo real en el marco de la realidad, en el mundo, es decir, la respectividad que una cosa real guarda con todo lo real. El hombre, por lo que respecta a su realidad, es persona y absoluto relativo, y la actualidad de la realidad personal y absoluta frente a todo lo real es el Yo. El Yo no es rela­ tivamente absoluto, sino que lo relativamente absoluto es Yo. El ser no determina la realidad, sino la realidad al ser. Al igual que sucedía con la personeidad, es necesario distinguir aquí entre el Yo como un carácter que se posee constitutivamente y que por tanto es siempre idéntico, y las distintas figuras que va tomando ese Yo. Zubiri pone el caso del criminal que se arrepiente: nunca podrá borrar la realidad del crimen, pero sí actualizar su reali­ dad y su crimen de distintas maneras, en este caso arrepentidamente. El hombre no está facultado en cada momento para cambiar su reali­ dad, pero sí la figura del ser al reasumir como propio lo que ha sido hasta el presente. A esta figura del ser es a lo que Zubiri llama tam­ bién personalidad. Así, pues, en virtud de la aprehensión de realidad el hombre tiene que hacerse. La realidad se me da en las cosas mismas, pero como algo diferente de sus contenidos. Realidad es un carácter físico que emerge de la cosa real, pero no se identifica con ella. Es un «más» dentro de la cosa misma. Al estar con las cosas, «aquello en que esta­ mos es la realidad, no tan sólo tales o cuales cosas reales» (HD 82). Esta realidad, en cuanto que es el apoyo para hacerme, «tiene un carácter muy preciso: consiste en ser el fundamento de la persona» (HD 82). La realidad, además de ser el marco consitutivo de lo huma­ no, y precisamente por serlo, es su fundamento, pues se muestra como el apoyo y la posibilidad de hacerse, y no meramente de incrementar en número las cosas con las que el hombre está. La realidad como fundamento no es distinta de la formalidad en que nos están dadas

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