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LA JUSTIFICACION INTELECTUAL DE DIOS 255 Para nuestro problema, son los momentos primero y tercero los que poseen mayor relevancia. El primero, porque pretendemos un acceso intelectivo a la realidad de Dios, la marcha que la inteligencia va abriendo en la realidad hacia la realidad divina; el tercero, porque nos sitúa en el problema mismo de Dios. La forma concreta de desarrollar esto será planteando primero el ámbito que al hombre se le abre en virtud de la aprehensión y que le constituye en una realidad peculiar; en segundo lugar, es preciso detenernos en la dinámica de la intelección para conocer cómo se desarrolla la marcha intelectiva hacia la realidad de Dios; finalmente lo noérgico y lo noético se dan la mano y caminan juntos llegando a afirmar la existencia de Dios. Advertir, de todos modos, que la sepa­ ración aparentemente tan tajante entre ambos aspectos está motivada por comodidad en el análisis, pues de hecho un aspecto de la aprehen­ sión implica los otros y nos remite a ellos; hacer consideración espe­ cial de uno no supone renunciar a los restantes, es más, se quiera o no, es necesario tenerlos en cuenta si pretendemos situarnos en la realidad de que nos habla Zubiri. Realidad es el aspecto noético, noemático y noérgico. 2. El momento noérgico de la aprehensión humana El hombre comparte con el animal un rasgo básico: el sentir. El sentir o aprehensión sensible se compone de tres momentos estruc­ turales: afección, alteridad, fuerza de imposición. Por la afección, el semiente padece la impresión; por la alteridad, se le hace presente aquello que impresiona; y, finalmente, lo aprehendido se impone al sentiente, tiene un fuerza propia que mueve. El sentir es así la afec­ ción que se impone. Pero este proceso, a pesar de ser estructuralmente idéntico, es cualitativamente distinto en el hombre y en el animal. La diferencia viene dada por la forma de presencia de lo aprehendido, por la alteri­ dad. En el «puro» sentir o sentir animal lo aprehendido no es nada fuera del proceso que suscita, su presencia se agota en provocar ese proceso: es estímulo. En el hombre, en cambio, la presencia de lo aprehendido no consiste sólo en provocar un proceso, sino que se impone como algo que tiene una total independencia con respecto al fuerza de imposición de la realidad, que en el hombre es religación. Por eso, habiendo hecho esta salvedad, reduciremos lo' noérgico fundamental­ mente a la fuerza de imposición.

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