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LA JUSTIFICACION INTELECTUAL DE DIOS 271 rechace la posibilidad de experimentar sensiblemente esa producción (Hume), encerrando rigurosamente toda posible causación bajo cuatro únicos modos: material, formal, eficiente y final. Pero esto no es tan evidente como a primera vista pudiera parecer y nunca puede preten­ der mostrarse como un hecho. La teoría clásica (aristotélica) de la causalidad es sólo aplicable a los fenómenos naturales y «hace agua» cuando se trata de aplicar a las relaciones interpersonales. Toda per­ sona, en cuanto constitutivamente vertida a la otras, está ejerciendo una influencia sobre ellas, pero sus modos no son siempre «choque, presión...», sino más bien «amistad, compañía, consejo...». Esto exige una ampliación del concepto mismo de causalidad que pueda abarcar a todas las realidades en cuanto que guardan respectividad y se rela­ cionan. Al reducirse la causalidad al corsé de cuatro posibles modos, se ha perdido la idea misma de causalidad. Para nuestro autor, causalidad no es producción sino funcionalidad, y no de lo real en cuanto conte­ nidos concretos, sino de lo real en cuanto real. Esto sí es algo dado en impresión. La inteligencia semiente actualiza la realidad, entre otras, en forma de «hacia», lo que supone formalmente una respectividad estructural de cada cualidad sentida con todo lo real: «cada cualidad real sentida es sentida en y por sí misma como algo funcional» (IRA 241). Esta funcionalidad es objeto de conocimiento y no lo es la cau­ salidad entendida como producción. En este sentido resulta acertada la crítica de Hume. Producir realidad puede ser una forma de causali­ dad, pero nunca es en lo que consiste formalmente. Esta novedosa conceptualización zubiriana de la causalidad no pre­ figura de antemano cuál sea la relación que se pueda establecer entre las cosas reales y, por ello, amplía el campo de las realidades que están facultadas para determinarse causalmente. Así, entre las personas exis­ te funcionalidad y auténtica causalidad, lo que Zubiri llama causalidad personal, sin que ninguna de las cuatro causas convenga a explicarlo. Por eso, «hay que introducir la teoría de la causalidad tanto natural como personal dentro de una concepción más amplia, la funcionalidad de lo real en tanto que real» (IRA 238). Para nuestro autor éste es un tema central de toda metafísica. Entonces, ¿qué funcionalidad existe entre Dios y las cosas reales? Los atributos que califican a Dios como creador, causa eficiente, bien supremo... no pueden ser conocidos por la razón, pues implicaría un conocimiento directo de El como si de una realidad-objeto se tratase.

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