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270 V. M. BORRAGAN gundo lugar, es siendo posibilitante en las cosas de la configuración de mi Yo. Lo cual tampoco supone providencia, omnisapiencia... Se destruyen así todos los intentos de llegar, por mero análisis de la rea­ lidad, a un ser que tuviera por su propia índole esos atributos. Dios en tanto que Dios es sólo la posibilidad de las posibilidades. Finalmen­ te, Dios es el fundamento del poder de lo real porque me impele a realizarme forzosamente. Dios es el empuje último. Dios es realidad que me funda y por tanto no necesita apoyarse en nada: es realidad absolutamente absoluta, que es en y por sí misma lo que es. Sólo por esto es realidad absolutamente última, posibiliante e impelente. Y este es Dios en cuanto Dios y no el Dios de ninguna religión concreta8. Vemos así que ultimidad, posibilitación e impelencia son dimen­ siones del poder de lo real, de la religación y de Dios mismo. 5.1. La causalidad divina Dios es el fundamento último de la realidad. Con ello no se dice más que la relación inexplícita que existe entre Dios y las cosas. Pero, ¿cómo fundamenta?, ¿es causa de todo lo existente?, ¿es creador?, ¿es providente y ordena en total omnisapiencia todos los aconteci­ mientos pasados, presentes y venideros? Estos atributos pueden corresponder a Dios; no obstante, para nuestro propósito y en el ámbito en que nos queremos situar, es más bien indiferente. Zubiri intenta mostrar qué es lo que compete a Dios de un modo primario, moviéndose dentro de la dimensión teologal. En este sentido, Dios es fundamento del poder de lo real y entonces se establece una causalidad con lo fundado. La idea de causalidad que mantiene nuestro autor ya fue expuesta en Inteligencia y logos (pp. 35-42) e Inteligencia y razón (pp. 235-41), y en El hombre y Dios necesita retomar el asunto con cierta amplitud. Por un lado, la ciencia reduce la causalidad a la relación entre dos rea­ lidades que se puede determinar por una ley. Por otro, en la metafísica clásica, causa es sinónimo de producción de realidad, aun cuando se 8. Según Zubiri, aquello que de una manera primaria corresponde a Dios es ser realidad absolutamente absoluta. Desde la vía que hemos em­ prendido (el hombre como ser relativamente absoluto por la religación), llegamos a una realidad absolutamente absoluta, que está fundamentando la realidad desde y por sí misma, sin necesidad de cobrar su ser. Por ello, esta realidad es formalmente suya (es persona), y, por tanto, inteligente y volente, justamente al revés de lo que ocurría en el hombre.

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