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262 V. M. BORRAGAN accesible a un análisis inmediato; y no supone más que mero análisis. Se trata simplemente de mostrar el hecho de la constitutiva religación del hombre al poder de lo real como fundamento último. Por ello, «la expresión 'Dios’ no designa (aquí) ninguna idea concreta de Dios (...), ni siquiera significa 'realidad’ divina. En lo que venimos dicen- do, Dios significa tan sólo el ámbito de la ultimidad de lo real» (Ibid.). El hombre incluye formalmente el problema de Dios. 2.3. Inquietud radical, voz de la conciencia y volición radical Mirado desde la realización personal, el problematismo se traduce en una inquietud radical por resolver el enigma del fundamento. La inquietud es expresión del carácter absoluto que pide ser realizado. Esta inquietud se halla auxiliada por otra dimensión también cons­ titutiva del ser humano: la voz de la conciencia. En su caminar a tientas hacia la resolución del enigma de la realidad, el hombre no da palos de ciego, sino que la misma realidad es quien le dicta y le guía en forma de voz. Esto no supone más que una noticia, una suge­ rencia, nunca una determinación. De lo contrario, el problematismo se habría disuelto y el hombre dejaría de ser absoluto relativo. «La voz de la conciencia no es sino el clamor de la realidad camino de lo absoluto» (HD 104); nada tiene que ver con el imperativo categórico al modo kantiano. La voz de la conciencia clama porque la realidad es enigmática. Pero junto a la inquietud radical y a la voz de la conciencia hay un tercer aspecto también constitutivo: volición radical o voluntad de dar con el fundamento. En ella se busca verdadera realidad, es decir, que la realidad se manifieste; se busca que sea fiel, que responda con firmeza y seguridad; y se busca, en último término, la efectividad de esta realidad, su «estar siendo» y no algo meramente conceptivo. La volición radical es así voluntad de verdad real, que se traduce en vo­ luntad de buscar, porque la realidad está dada aquí sin explicitar su término. Es, en definitiva, voluntad de fundamentalidad, de cumpli­ mentar y dirimir qué sea el fundamento que se me hace presente en la realización personal. Y a esto no va el hombre por su propio querer, sino que está llevado por la realidad misma. No se trata simplemente de una cuestión que algunos hombres se plantean: el hacerse implica este marchar, apoyado en la realidad, hacia su fundamento. Es parte consitutiva de la persona.

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