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DIOS COMO «V IVEN C IA » Y COMO «CONCEPTO» 231 humana»8. Reconocemos fundada la tesis de que sólo Grecia supo elevarse, la primera, a las leyes generales constitutivas de la esencia humana. Que sólo llegó a formular una Paideia con valor universal. Pero esta tesis histórica no niega, más bien reafirma que la Paideia griega gira, como las sabidurías antiguas y los mitos de los pueblos primitivos, en torno a la vida humana, para lograr una plena clarifica­ ción de la misma. Es de advertir ulteriormente que casi todo el pensamiento griego es sustancialmente Pideia. Es decir; que es un pensamiento que pre­ tende, ante todo, enseñar a vivir. Pitagóricos, socráticos, platónicos, estoicos, epicúreos, escépticos y neoplatónicos, todas estas grandes es­ cuelas del pensamiento griego han sido, primariamente, una escuela de Paideia. Y de Paideia en primer término. Tan sólo ha habido un gran filósofo, para muchos el máximo, Aristóteles, quien tuvo el genial atrevimiento de iniciar su obra de máxima reflexión, su Metafísica, con esta sentencia. Por su perenne y eficaz influjo histórico nos vemos forzados a darla en un texto original: xáviec; ctv0p(D7cot xoO etSévai óps- Y o vto c ' c p ó a e i «Todos los hombres, por naturaleza, desean saber» 9. He­ mos dicho, pero no es suficiente, que esta sentencia ha tenido un in­ flujo perenne y eficaz. Ahora añadimos que es una de las sentencias más revolucionarias desde que Grecia nos enseñó a pensar. Es enorme esta afirmación. Pide el que sea dignamente motivada. Tanto más cuan­ to que no se ha puesto suficientemente en relieve por los grandes historiadores, aunque sí lo dejan casi siempre vislumbrar. La motivación máxima de esta afirmación — sólo ella ya suficiente ante el juicio formulado— consiste en que la historia del pensar huma­ no atestigua que antes de Aristóteles el pensamiento griego se halla totalmente inserto en la Paideia. Es decir; quiere, como las sabidurías antiguas, enseñar a vivir, si bien con una visión más universal y moti­ vada que éstas. No siempre, es verdad, la Paideia se deja entrever en­ tre las migajas de fragmentos de los presocráticos, si bien ya en las sentencias del oscuro mensaje de Heráclito podemos leer altos conse­ jos, sugeridos por la mejor Paideia. Pero con los sofistas monta escuela pública para enseñar a triunfar en la plaza. Y Sócrates continúa esta labor escolar, aunque con un fin más elevado: el de formar al hombre griego — al ateniense ante todo— , no para triunfar en la plaza, sino para bruñir su alma hasta hacerla lo mejor posible. Pues sólo entonces 8. W erner Jaeger, Paideia: los ideales de la cidtura griega, tr. J. X irau, F.C.E., México 1971, 6-7. 9. A ristóteles, Metaph. I (A ), 1, 980 a 21.

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