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250 E. RIVERA Estas tan sentidas expresiones, que rememoran las de san Agustín, nos iluminan sobre las vetas de donde Unamuno extraía las perlas de sus mejores vivencias. Lo indica, sobre todo, cuando afirma que se siente sumergido en Dios como la esponja en el agua. Lo mismo que dicen nuestros místicos de ese momento en el que alma se engolfa plenamente en Dios. Ulteriormente Unamuno quiere dar razón de su impregnación divina y añade: «Si me buscas es porque me encontraste —mi Dios me dice— . Yo soy tu vacío; mientras no llegue al mar no para el río ni hay otra muerte que a su afán le baste». Unamuno se siente gota que va al mar de Dios. ¿Puede anhelar cosa más deseable? Ciertamente que no. Y de ello toma plena con­ ciencia. Pero tiene que defenderse del enemigo que le acecha a la espalda. Ya sabemos cuál es. Por este motivo sigue escribiendo para poner estos versos en labios del mismo Dios que le habla: «Aunque esa busca tu razón desgaste, ni un punto la abandones, hijo mío, pues soy yo quien con mi mano guío tus pasos por el coso por que entraste». Qué complacencia íntima tuvo que sentir Unamuno al escribir estos versos. Ya es inútil que su razón rezungue, inútil que en su mente monte ésta una inquisición silente para delatar y reír sus aspiraciones a lo eterno. Dios mismo se ha declarado su fiador cuando le dijo a la escucha: «Soy yo quien con mi mano guío tus pasos». ¿Mantuvo siempre Unamuno esta actitud tan de místico en la cumbre? No nos toca responder ahora a tan incitante cuestión. Esta­ mos con otro problema. Y a él tenemos que volver para concluir. El problema que hemos presentado hemos visto que es de tal volu­ men que atraviesa, como una cordillera, lo más elevado del pensa­ miento de Occidente. Es la lucha entre la razón y la vida, entre el concepto y la vivencia. Durante milenios la humanidad ignoró este granproblema porque, de modomás o menos consciente, pensó que su razón estaba al servicio de la vida. Es esto lo quedeclaran, ya en su frontis, los libros sapienciales de los grandes pueblos de cultura superior. También los de Israel, el pueblo privilegiado por Dios.

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