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248 E. RIVERA Preguntamos ahora por nuestra parte: Este lenguaje del niño, puro lenguaje vivencial, ¿no es el lenguaje de Unamuno ante el misterioso Dios que ve reflejado en las estrellas? Unamuno quisiera asemejarse al niño cuando dice de él: «Vive mirando a Dios y no a su alma; el niño no razona ni investiga. Es triste la razón; nos entristece... mira qué alegre el niño, alegre sin razón, como Dios manda» 44. Este lenguaje vivencial, sin casi referencia alguna al concepto, más bien en oposición a él, lo hallamos igualmente en su contempla­ ción de Gredos. Ya hemos dicho que en ese momento se declara cristiano y cristiano español. Poco después de esta declaración escribe estos seis versos de muy honda emoción y que tan difícil se hace traducirlos a concepto. Estos son los versos mentados: «Aquí me trago a Dios, soy Dios, mi roca; sorbo aquí de su boca con mi boca la sangre de este sol, su corazón, de rodillas aquí, sobre la cima, ¡mientras mi frente con tu lumbre anima, al cielo abierto, en santa comunión!»45. Tragarse a Dios, comunión con Dios, sorbo de besos, sangre de sol, corazón de rodillas... Y ¿qué quiere decir todo esto? ¿Lo sabía el mismo Unamuno? El poder hacer esta pregunta es suficiente para tomar conciencia de que no es la clara lógica quien ha dictado estos versos, sino la emocional vivencia de aquella alma, al sentirse inun­ dada de Dios, de quien quiere vivir y no acierta cómo hacerlo. Queremos concluir este contraste entre concepto y vivencia, al po­ nerse el alma de Unamuno ante Dios, con el mejor momento de los tres que hemos seleccionado: el de su retiro al monasterio de La Gran­ ja de Moreruela, en la fiesta de Resurrección, año 1911. Dos meses después de esta fiesta, ofreció por escrito el rico legado de sus refle- 44. Poesía. Poesías sueltas. XXIX, O.C., t. VI, 824. 45. Poesía. Visiones rítmicas. En Gredos, O.C., t. VI, 515.

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