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DIOS COMO «VIVENCIA» Y COMO «CONCEPTO» 247 Unamuno parece remedar estos dos versos de Calderón en estos suyos: «Estos mismos lucientes jeroglíficos que la mano de Dios trazó en el cielo vio el primer hombre, y siempre indescifrables ruedan en torno a nuestra pobre tierra». Dentro de un innegable paralelismo advertimos que los dos versos de Calderón como que quieren resumir todo el entusiasmo barroco ante la obra divina de la Creación. Mientras que los de Unamuno dejan más bien entrever que los jeroglíficos celestes, escritos por la mano de Dios, si a éste le hacen percibir en lontananza, tienen siem­ pre en sí mismos algo de indescifrable. De aquí este su encararse con ellos: «De vosotros, celestes jeroglíficos en que el enigma universal se encierra, cuelgan por siglos los sueños seculares». Al final del pequeño poema, muy en conexión con lo dicho, no es la luz esplendente del día primero de la creación bíblica lo que entusiasma a Unamuno, sino el profundo misterio de Dios que par­ cialmente se lee en la estrella cuando la pregunta: «¿N o eres acaso, estrella misteriosa, gota de sangre viva, en las venas de D ios?». Pura vivencia religiosa nos parece la poesía Aldeberán. Casi sin referencia alguna objetiva. Es la huida consciente del concepto para dar paso a la emoción vivencial. J. Marías ha visto en ella toda una «Weltanschauung». Hay que añadir, con todo, que es más «vivida» que «conceptuada». Una anécdota de la íntima vida familiar de Unamuno clarifica esta distinción entre vivencia y concepto. Cuenta que su pequeño, al cla­ rear del día, entra hasta su cama a derrochar en voces su alegría maña­ nera. Muy sentidamente Unamuno declara que estas voces son «pala­ bra pura, sin concepto expreso, palabras virginales, poesía de a lb a...».

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