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DIOS COMO «VIVENCIA» Y COMO «CONCEPTO» 245 labios brotaron paradojas, parábolas y apólogos. Pero que después nos han dado tan sólo silogismos lógicos, pedruscos para el collar de la mente. Unamuno, al tomar la vía doctrinal de las paradojas, parábolas y apólogos de Jesús, da de mano a la razón y a la filosofía. También a la teología. Y se queda tan sólo con su vivencia religiosa y cristiana. Y subrayamos lo de cristiana porque él mismo nos lo testifica, cuando en la cumbre de Gredos, agosto de 1911, al reflexionar en aquella soledad, se adentra en su España y se declara: «hijo de siglos de pasión, cristiano, y cristiano español» 40. Sobre esta confesión debieran meditar quienes han declarado que Unamuno tenía «talante protestante». Pero dejemos aparte este tema que nos sale al paso, para penetrar más in­ tensamente en la vivencia religiosa de Unamuno, que se declara cris­ tiano. Terminamos de oír a Unamuno que las pruebas racionales de la existencia de Dios le dejan frío. Pero añade a continuación que siente a Dios en las páginas del Evangelio, a través de Cristo, por vía cordial. Penetremos, pues, por esta vía cordial cuyo sendero oculto nos abre el mismo Unamuno, para percibir con alguna hondura su vivencia religiosa. Desde una perspectiva metafísica, que pide ella sola un detenido examen, pudiera percibirse la vivencia religiosa de Unamuno desde que su querer ser y serlo todo frente a la siempre amenazante nada. El duro bregar por los asendereados caminos del vivir le iban mos­ trando a cada paso la sima del no ser a su insaciable sed de perviven- cia. Pero como esta perspectiva metafísica, innegablemente la más profunda, la he tocado, por una parte en mi ensayo, Unamuno y Dios, y por otra, el dar un ulterior complemento a lo dicho requerería larga disertación, he optado en esta circunstancia por algo más sencillo y más al ojo, pero que más puede y debe introducir en la perspectiva ulterior metafísica a la que hemos aludido. Para esta aportación nueva he seleccionado estos tres momentos del vivir religiosa de Unamuno: cuando por la noche mira al cielo y contempla la rutilante estrella, llamada Aldebarán; cuando hace una excursión a la cumbre de Gredos y, días después, la rememora com­ placido; cuando se retira, el domingo de Resurrección de 1911 al monasterio de La Granja de Moreruela, para meditar entre sus ruinas, 40. Poesía. Visiones rítmicas. En Gredos, O.C., t. VI, 515.

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