PS_NyG_1986v033n002p0227_0252

244 E. RIVERA mo, en el sentido más moderno de esta denominación, es el triunfo supremo de la razón raciociante» 36. Y sin embargo, pese a este intento de dejar vacante a la razón, la requiere para que le ayude a probar lo que tanto le interesa: la existencia de Dios, apoyo y sostén de su vivir. Lo malo fue que en vez de acudir a los grandes pensadores que por la razón llegaron a Dios, vio en Kant su mentor y guía. Así lo declara muy expresamente en 1907 cuando ya empieza a pensar en la obra madura que termina­ mos de citar: Del sentimiento trágico... Esto es lo que escribe enton­ ces: «Confieso sinceramente que las supuestas pruebas —la ontologica, la cosmológica, la ética, etc., etc.— de la existencia de Dios no me demuestran nada; que cuantas razones se quieren dar de que existe un Dios me parecen razones basadas en paralogismos y peticiones de principio. En esto estoy con Kant» 37. En unos versos de aquella misma época, 1911, muestra todo su encono contra la razón que traiciona sus mejores querencias. Estos son los versos aludidos: «¿Definiciones? Sí, buenas palabras... no se cura la vida con razones, espacio, tiempo, lógica, sayones sin compasión de cuanto espero» 38. De todo ello tenemos que concluir que la vivencia religiosa de Unamuno centrada en Dios, tiene poco que ver con el saber científico, resumido justamente en estas tres palabras: «espacio, tiempo, lógica». En efecto; Dios, desde la ciencia física o metafísica, dice poco, más bien nada, a la mente de Unamuno. De aquí su hiriente ironía contra el P. Astete, quien le enseñó, Dios es una cosa. Años más tarde, ya universitario, el P. Zeferino González, que llegó a Cardenal, le hizo saber que Dios era más bien «quisicosa, el Ente p u r o ...» 79. Nada de esto lo juza pan de verd ad , sino piedras duras, que si entran en el estómago, no hay posibilidad de digerir. Volvemos, pues, a sentir aquí la postura de los versos iniciales, cuando se dirige a su Cristo, muerto en cruz, para decirle que de sus 36. Del sentimiento trágico de la vida. V. La disolución racional, O.C., t. VII, 162 y 171. 37. Mi religión y otros ensayos breves, O.C., t. III, 261. 38. Poesía. LXX IX . En horas de insomnio. 3, O.C., t. VI, 880. 39. Poesía. Diario poético, 557, O.C., t. VI, 1120.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz