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DIOS COMO «V IVE NC IA » Y COMO «CONCEPTO » 241 Y a es significativo que Duns Escoto sea el único franciscano que comenta en serio la Metafísica de Aristóteles. Buena prueba de cuánto le atraía la ciencia pura. A ello hay que añadir que, ante el análisis de la obra escotista, podemos afirmar sin reparo no haber otro doctor escolástico que más y mejor haya utilizado en su razonar sobre Dios Ja dinámica del concepto dentro de un método rígidamente escolástico y esco la r30. La monografía de Robert P. Prentice, The basic quiddita- tive metaphysics of Duns Scotus as seen in his De Primo Principio 31 hace ver el potente genio de Escoto, elevándose a los máximos arcanos de la metafísica teológica. Su intelectualismo es aquí desbordante, aun­ que franciscante salpicado por la plegaria que dirige a su Dios, cuyo misterio escruta. Pienso que sea el máximo intelectualismo en todo el pensamiento medieval. Desde una perspctiva histórica hay que aña­ dir que este intelectualismo, centrado en el concepto de esencia abre la puerta al mundo moderno del racionalismo cartesiano. Todo ello fuerza a confesar que Duns Escoto, si bien dio las bases para una teología práctica y formuló la tesis grandiosa sobre el Primado de Cristo, fuente de honda vida espiritual32, se movía mentalmente en un clima impregnado de rígido intelectualismo. dad de hoy, mientras no se utilicen mucho más en serio los análisis de las vivencias humanas propuestos por la fenomenología, el existencialismo y la filosofía personalista. Desde esta perspectiva, pese a las estimables investi­ gaciones sobre la teología franciscana como esencialmente práctica, parece que nos hallamos en los comienzos. Un ejemplo histórico pone esto en re­ lieve. Miles y miles de páginas han defendido la posibilidad del conocimien­ to concreto del singular. Justo es ponderar la obra, hoy clásica, de C. Be- rubé sobre la historia medieval de este tema. Y sin embargo, unas páginas de los análisis estilísticos de Dámaso A lonso nos iluminan sobre los cami­ nos de acceso al singular mucho más y con mayor acierto que las incon­ tables páginas de la discusión escolástica. Pedimos, por lo mismo, menos manejo de conceptos escolásticos y más análisis de «vivencias». En éstas se encarna de modo definitivo la praxis. 30. Basta ojear las páginas largas de M. G rabmann , Die Geschichte der scholastischen Methode, 2 vol., Basel-Stuttgart 1961 (reproducción de la ed. de 1909), para sentir a Duns Escoto como un acmé de este método. Reite­ radamente lo subraya E. G ilson , Jean Duns Scot. Introduction á ses posi- tions fondamentales, J. Vrin, París 1952. 31. Robert P. P rentice , The basic quidditative metaphysics of Duns Sco­ tus as seen in his DE PRIMO PRINCIPIO , Antonianum, Roma 1970. 32. L. V illasante C ortabitarte , La sierva de Dios M. Angeles Soraz.u, Pa­ dres Franciscanos de Aránzazu, Oñate (Guipúzcoa) 1950, 415, muestra cómo esta alma seráfica ha vivido la teología franciscana. Sobre el aspecto doc­ trinal de esta vivencia véanse: V. B retón , El Cristo del alma franciscana, tr. espa., Buenos Aires 1941; U. d'ALENgoN, E l espíritu franciscano, tr. espa., Buenos Aires 1945. Ultimamente J. A. M erino ha querido llevar a la vida esta honda temática en sus valiosos libros: Humanismo Cristiano, Cristian-

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