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146 ALEJANDRO VILLALMONTE cepto del «sobrenatural» equivalente al elaborado por la teología cató­ lica a partir del siglo XIII. Ni tampoco aquilataron suficientemente el correlativo concepto teológico de «naturaleza», ni en sí mismo ni en relación al sobrenatural. Debido a esta deficiencia, los pelagianos exal­ taban la 'buena naturaleza' hasta eliminar la necesidad de lo gratuito; y san Agustín presentaba una naturaleza penetrada y configurada tan íntimamente por lo gratuito que, al faltar esto por el pecado de Adán, la naturaleza queda radicalmente 'desnaturalizada’, corrompida. Esta deficiencia vuelve a hacerse notar cuando los protestantes proponen el primitivo estado de santidad y justicia como constitutivo de la 'natu­ raleza', del ser humano con que Dios dotó a Adán. Se comprende, en esta perspectiva que, perdida la 'santidad y justicia originaria’ por el pecado adánico, la naturaleza humana que Dios creó hubiera de quedar sustancialmente corrompida para toda obra buena, y que no pueda hacer más que pecar. De nuevo en las discusiones con Bayo y Jansenio la oscuridad que estos teólogos manifestaron tener en los conceptos de 'natural-sobrenatural’ y sus mutuas relaciones perjudicaba todas sus afirmaciones sobre el Po, toda su antropología teológica. Los teólogos católicos actuales ya manejan correctamente ambos conceptos —al menos en sus líneas generales y siempre con matices divergentes—. Pero, en mi opinión, no son del todo consecuentes cuan­ do se trata de aplicar dichos conceptos al tema del Po. En efecto, dejando a parte las tradicionales pruebas escriturísticas —hoy día ya muy debilitadas y tal vez inexistentes—, el razonamiento teológico para mantener la teoría del Po sería éste: si no se mantiene el hecho del Po —al menos en su contenido sustantivo— no se salva­ guarda la necesidad absoluta y universal de la gracia de Cristo y la correlativa impotencia soteriológica del hombre. Se afirma, pero no se demuestra, que el presupuesto indispensable, el correlato esencial de la acción salvadora de Cristo y de la correlativa impotencia soterio­ lógica del hombre, sería el pecctdo : el original o el personal. Allí donde previamente no tenemos un pecador no tenemos un necesitado de re­ dención. Esto me parece que no puede sostenerse por la teología cató­ lica actual. En efecto, la verdadera razón —la primordial, radical, la más universal y absolutamente necesaria— de la necesidad de la gracia de Cristo y de la correlativa impotencia soteriológica del hombre , es el hecho de que el hombre, ya por su misma condición creatural, antes e independientemente de cualquier pecado (que puede sobrevenir o no sobrevenir) está absolutamente imposibilitado para conseguir la Vida eterna, a la cual está destinado como fin único de su existencia. Por

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