PS_NyG_1986v033n001p0139_0172

EL PECADO ORIGINAL EN SU HISTORIA 171 Esta conclusión puede parecer sorprendente, al menos por algún tiempo, a quien ha sido educado en la fe tradicional. ¿Cómo es posi­ ble que tengamos que abandonar ahora una creencia que el Cristianis­ mo vino manteniendo durante siglos? Para justificar este abandono y su no-peligrosidad hemos escrito ya muchas páginas. No creemos que nuestra postura sea, mirada en su conjunto y en su resultado final, una postura negativa. Creo poder utilizar aquí el concepto hegeliano de la 'Aufhebung’, si quiera sea en forma análoga y extensiva, pero no del todo extraña. La creencia en el Po, en lo que tiene de afirmación específica y tematizada, ha sido negada en un primer momento de crí­ tica. Pero luego ha venido la reasunción de la negación en lo que tenía de aspiración y empeño radical. Es decir, que aquellas verdades básicas que la teoría del Po tenía intención de salvaguardar — la necesidad de la Gracia, la impotencia soteriológica del hombre— , las hemos venido a reafirmar, en forma más sólida y convincente por otros cami­ nos que no son los de la teoría tradicional. Köster termina su estudio con estas palabras de W. Kasper que él hace del todo suyas. La clásica doctrina del «pecado original» en su contenido sustantivo (en lo que quería decir) es «una de las mayores contribuciones de la Teología a lo largo de su historia y uno de los aportes más señalados de Cristianismo a la historia del espíritu» (II, 248; I, 240). También aquí, desde nuestro punto de vista, habría que precisar la ambigüedad de esta afirmación. Si por la sustancia de la doctrina del Po se entiende aquella doble verdad que mencionábamos antes (ne­ cesidad de la Gracia e impotencia soteriológica del hombre), la doc­ trina del Po no sólo sería una doctrina importante, de primer rango, sería sin más uno de los basilares del Cristianismo. Pero si por sus- tanda de esta doctrina se alude a lo que opinan todavía los teólogos neoescolásticos en su tratado De peccato originali o bien las reformu­ laciones hodiernas propuestas por Köster, en mi opinión habría que decir más bien lo contrario de la frase de Kasper/Köster. Diríamos, pues, que la doctrina del Po es uno de los capítulos más oscuros y dolorosos de la teología cristiana. Esta doctrina ha resultado perjudi­ cial tanto en el interior del Cristianismo como en el ámbito de la cul­ tura del Occidente cristiano influido por aquella teoría. Apenas será confesiones cristianas (protestantes) podrán seguir manteniendo, según su teología específica, la teoría del Po; pero no vemos cómo puede seguir pro­ poniéndola como obligatoria la teología católica de nuestros días. El tema merecería ser estudiado con detención en perspectiva ecuménica.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz