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170 ALEJANDRO VILLALMONTE provocaba un difícil problema de 'teodicea’ y no parecía salvaguardar la responsabilidad personal del hombre a quien se califica de pecador antes de haber nacido. Pero, tal vez, los agudos escolásticos de todo tiempo habrían explicado que, no aparece repugnancia en el hecho del Po y que eso bastaría para vindicar la no-irracionalidad de tal misterio. — Pero la teología católica (reflexionando críticamente sobre la Escritura) ya ha llegado a la conclusión que la doctrina del Po no e s enseñanza bíblica. Me parece que esta conclusión debe darse por irre­ versible. De lo contrario no se podría avanzar en la actual controver­ sia que, a juicio de todos, sigue abierta, en su conjunto. — La Tradición patrística y teológica parece unánime a favor del Po. Ha sido canonizada y solemnizada en Trento. Pero ver lo dicho en notas 9-10 y en el texto. — También desde la analogía de la fe, desde el contexto interno de su propio sistema de creencias, la teología católica ha vuelto a re­ flexionar sobre el lugar que en ella podía ocupar la creencia en el Po. Cierto, durante siglos la teoría del Po prestó buenos servicios a la fe cristiana, ya que cumplió la función de ser doctrina subsidiaria —en­ tonces imprescindible— para mantener verdades cristianas más funda­ mentales como son: la necesidad absoluta y universal de la Gracia y la afirmación de la radical impotencia soteriológica del hombre. Sin embargo, la teología católica actual puede demostrar satisfactoriamente que ni la fe en la necesidad de la Gracia ni la afirmación de la impo­ tencia soteriológica del hombre necesitan de apoyo ninguno de la creen­ cia en el Po. — Queda sola, en su espléndido aislamiento, sin apoyo real en la Biblia ni en la razón teológica, la autoridad del Tridentino. Pero sujeta esta «autoridad» a la exégesis crítica que se realizó sobre la «autoridad» de la Biblia, se ha llegado a la conclusión de que el pre­ cepto tridentino imponiendo la doctrina del Po, no puede tener hoy vigencia para el creyente católico. — En esta situación acuden de nuevo con fuerza las objeciones que proponía la 'ciencia moderna’ en su sentido más amplio. Ante estas dificultades y ante la ausencia de argumentos positivos a su favor la creencia en el Po no puede menos de ceder terreno y caminar a su desaparición dentro del sistema católico de creencias 15. 15. En las últimas pp. subrayamos la palabra católico cuando hablamos de la no-admisión-ya del Po. Lo hacemos intencionadamente, ya que otras

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