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168 ALEJANDRO VILLALMONTE gracia de su Creador. Sólo una afirmación taxativa de la Palabra de Dios podría hacernos pensar en tan «incomprensible» conducta en un Dios que quiere que todos' los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad. Porque a un hombre a quien quiere sinceramente para la vida eterna, Dios ¿lo puede declarar desposeído de su gracia sin culpa posible, sin resistencia voluntaria ninguna de parte del hombre? ¿Quién puso al hombre en esa situación de 'desgracia'? Por fortuna, parece que Kóster siente cierto pudor en utilizar en este momento frases duras como decir que el hombre nace «enemigo de Dios, objeto de su ira, esclavo de Satanás». Son tradicionales, lamentablemente, en la teología, en el lenguaje religiosos cristiano. Pero hoy día resultan ser ya de aquellas doctrinas que eran calificadas como «piarum aurium ofensi- vae»: el sentimiento religioso cristiano de hoy se disgusta si oye apli­ car a un recién nacido, hijo de padres cristianos, semejantes califica­ tivos. En numerosas ocasiones hemos expuesto nuestra opinión con­ traria a que se siga hablando de que el hombre nace en pecado origi­ nal 14. Afirmación que carece de cualquier fundamento en las Fuentes y que suena estridente dentro del contexto de las verdades de la fe. Sobre todo si se reflexiona sobre las exigencias de la voluntad salvífica universal, sincera y operosa de Dios respecto a todos los hombres ma­ nifestada en Cristo; en la creencia católica de Cristo como sacramento universal de salvación. Todo hombre, mientras por decisión personal no se oponga a la influencia de la Gracia, ésta le hace suyo antes de cualquier fuerza de pecado pueda adueñarse de él. Todo hombre llega a la existencia insertado realmente en Cristo. Inserción que se intensi­ fica por el bautismo del agua y del Espíritu Santo. Así, pues, dentro de la teología católica no se puede decir que hoy día haya consenso en afirmar que todo hombre nace en desgracia de Dios. Precisamente aquí está la fuente de los otros disensos y contro­ versias en torno a este tejido de problemas que llamamos doctrina del «pecado original. Las demás disensiones son concomitantes y hasta periféricas. El que siga afirmando que todo hombre es concebido en 14. A. V illa lm o n te , ¿Pecado original o santidad originaria?, en Estudios Franciscanos 82 (1981) 269-381. Sintetizamos la conclusión de este trabajo en esta fórmula: «Todo hombre al llegar a la existencia, recibe una naturaleza íntegra, sana, inocente; ni puede ser ñamado hombre ncaídon bajo ningún aspecto. No obstante, nace en radical e invencible impotencia soteriológica y, por ello, absolutamente necesitado de la influencia salvadora (la gracia) de Cristo» (pp. 293 y 308).

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