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EL PECADO ORIGINAL EN SU HISTORIA 165 tropología. El calificativo que Köster da a la mísera condición humana es genuinamente teológico y sobrio: dice simplemente que no corres­ ponde al proyecto que Dios tiene sobre él. Cierto, podemos aceptar que, mirada en su conjunto, la humanidad histórica está cargada de sufri­ mientos y males que —si bien Dios los permiten— podemos decir que están en contra del proyecto que Dios tiene sobre los hombres. Pero también hay que reconocer que esta afirmación está llena de ambi­ güedades. Ni Köster ni nosotros podemos entrar ahora en el arduo problema de explicar cómo Dios permite los males que existen en el mundo, físicos y morales; y en qué sentido podemos decir que existe aquí más que una simple permisión de que las cosas marchen como marchan. Pero, al constatar el hecho, Köster adelanta ya una etiología del mal: que éste existe de hecho en la historia porque el hombre pecó en los orígenes de la historia y Dios, en castigo, le despoja de la situa­ ción paradisíaca privilegiada gratuita, en que le había colocado; o al menos que le tenía destinada ya para el estado de viador. Ahora bien, esto es lo que me parece del todo inaceptable en la situación actual de la protología católica. Implícitamente, al menos, Köster sigue mante­ niendo los postulados fundamentales de la «teología de Adán». Basada, como es sabido, en una interpretación literalista e ingenuamente his­ tórica, objetivista y estática de la narración de Gn 1-3 sobre el origen del mundo y del hombre. Acrecida con las especulaciones más bien fantasiosas de la patrística y de la teología posterior sobre el primer hombre en su estado paradisíaco. Francamente, después de 35 años — 1950 a 1985— de controversias en torno al Po, bajo todos us aspec­ tos, dudo mucho de que sea serio el seguir aferrándose a la teología de Adán y a lo que ella comporta. La frase de que el hombre histórico vive en una condición misera­ ble que no responde al plan divino sobre él puede y, en mi opinión debe, tener esta otra interpretación: la actual mísera condición del hom­ bre no responde al proyecto de Dios, porque todavía-no ha llegado a su perfecta realización escatológica el proyecto divino. Ni por lo que se refiere al cumplimiento escatológico-ultraterreno ni por lo que se refiere a la escatología ya realizada imperfectamente en el estado de viador. Por lo demás, parece indudable que se puede decir: mientras se encuentre en estado de viador, peregrino en la tierra, Dios no quiere evitar al hombre los sufrimientos físicos y morales que son inherentes a su condición de creatura inacabada, débil, efímera, como las flores de las eras.

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