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164 ALEJANDRO VILLALMONTE desde el hombre de las cavernas hasta el supercivilizado de 1986 está cargada de sufrimientos no se podrá negar. Aunque tal vez los cató licos recargamos las tintas (bajo el influjo de la creencia en el Po) cuan do nos confesamos peregrinos «gimiendo y llorando en este valle de lágrimas». Pero dejemos el hecho en su propio tamaño y que el opti mista y el pesimista sigan discutiendo si la botella está ya medio vacía o bien está todavía medio llena. Lo importante es fijarse en los califi cativos que se dan a esta situación y la mentalidad subyacente y con comitante al hecho que tenemos a la vista. Desde luego, convengamos en que la situación del hombre histó rico es de verdad miserable: digna de compasión por los sufrimientos físicos y morales que la acompañan. Pero empiezan las discrepancias al hablar de los ulteriores calificativos que a esta situación miserable podrían dársele. Son muy numerosos los mitos culturales y religiosos antiguos que a esta actual situación humana histórica la califican de «decaída». Pien san (más bien imaginan o ensueñan) que los primeros padres de la tribu (escasamente pensaban en el género humano), vivieron felices en los prestigiosos y divinos orígenes de la historia. Luego entran en una etiología más o menos desarrollada: la situación decaída proviene de un primer fallo-culpa-pecado, e incluso fatalidad/desgracia ocurrida a los primeros hombres. Todos los descendientes pagan las consecuencias de aquel primer pecado. Las religiones y filosofías de tipo idealista surgidas entre los griegos —orfismo, platonismo, neoplatonismo, gnos ticismo— , ven también la historia sufriente de la humanidad como una caída desde un mundo ideal pre o supra-terreno, en el mundo de la materia, de la corporeidad, de la vorágine del tiempo. También hay aquí presupuesta una etiología: un 'antiguo pecado’, fallo o fatalidad que sobreviene al noble espíritu humano. Filósofos (y teólogos) actua les profesantes del existencialismo o impactados por él, hablan de la situación alienada del hombre histórico. La etiología o explicación semi- causal de esta alienación se busca en las profundidades de la propia existencia o por otros caminos más empírico-históricos como los adu cidos por el marxismo. Desde la psicología profunda y psicoanálisis hay la tendencia a calificar la situación del hombre como enfermiza, anormal, neurótica. Finalmente, encontramos el calificativo de los teó logos cristianos, que hablan continuamente de la mísera condición humana, basándose en el hecho de que el hombre histórico es un ser caído: el célebre homo lapsus que la teología cristiana tiene siempre como punto de referencia de su reflexión sobre el hombre, de su an-
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