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EL PECADO ORIGINAL EN SU HISTORIA 157 religiosas antiguas son otros tantos intentos de encontrar explicación al hecho de la honda y universal mísera condición humana, a la gran pregunta que perfora toda la historia humana: ¿unde malum? ¿Cuál es el origen del mal? Ya que, como decían los griegos, el que descu­ bre el origen de las cosas descubre cuál es íntima naturaleza. La narra­ ción de Gn 2-3, como género literario, tiene gran proximidad a los mitos y explicaciones religioso-simbólicas antiguas. Unicamente que en Gn 2-3 el material ha sido elaborado según la exigencia de la fe en un Dios personal, creador del universo y del hombre, y de la idea del hombre como ser llamado a la comunicación personal con Dios. Sal­ vadas estas verdades básicas, la figuración de un primitivo estado feliz en los «prestigiosos y divinos orígenes» de las cosas, de una caída ori­ ginaria y la de un pecado originante, hay que dejarlas caer donde quiera que se encuentren. Tanto en los mitos y concepciones extracristianas, como en la célebre 'teología de Adán’ elaborada por los pensadores cristianos. En otras palabras, la idea de un paraíso inicial, de una caída originaria y de un pecado hereditario («pecado original») hay que con­ siderarlas como creaciones del espíritu humano, reflexiones sobre la mísera condición humana. Nunca como verdades enseñadas por Dios a los hombres. Esta me parece que es la lección que se ha de sacar del estudio de las explicaciones parateológicas y teológicas sobre el Po y afirmaciones concomitantes. III. EN CONCLUSION: ¿QUE SABEMOS HOY SOBRE EL PO? Al principio de nuestro estudio indicábamos nuestra intención de tomar el texto de H. K óster como p retexto para ofercer algunas refle­ xiones personales sobre la situación en que se encuentra actualmente la vieja creencia en el Po. El que termine de leer los dos libros de K óster aquí comentados, fácilmente sacará una impresión decepcionante sobre el tema del Po. Literalmente, no sabrá a qué atenerse después de leer la exposición minuciosa y amplia que K óster nos ha ofrecido. Decía Lutero que sobre el Po: «fabula la turbamulta de lo s teólo gos en variadas formas». Si le quitamos un poco de mordacidad a la frase tenemos que reconocer que hoy mismo las opiniones sobre el Po no han hecho más que crecer y, con su multiplicación, la oscuridad en torno a esta doctrina se ha hecho más densa y ha llegado al máximo su falta de credibilidad. Para toda la historia de esta doctrina, la obra de J. Gross; para el siglo XX, la obra de H. Kóster y para los últi-

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