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156 ALEJANDRO VILLALMONTE vida» instintiva, sería el espíritu el que ha pervertido la pureza de la vida espontánea y el que la mantiene corrupta a través de las creacio­ nes que llamamos culturales. Mayor importancia actual reviste la in­ terpretación existencialista propugnada por S. Kierkegaard y por filó­ sofos como K. Jaspers y M. Heidegger. Los tres se mueven, en diverso grado, dentro de la dirección marcada por la teología protestante del Po. Y, a su vez, estos pensadores han impactado la exposición que de dicha teología hacen autores contemporáneos como P. Tillich o R. Bultmann. Una atención mayor por parte de los teólogos católicos han mere­ cido los análisis que, desde el punto del psicoanálisis y de la psicolo­ gía profunda hacen S. Freud y C. G. Jung, en torno a la doctrina del Po. Se preocuparon personalmente y en serio por esta teoría, a la que vieron notablemente próxima a muchas de sus preocupaciones funda­ mentales. Estudiosos como P. Ricoeur, A. Vergote, E. Drewermann, J. Pohier han usufructuado ampliamente las aportaciones de aquellos científicos 1. Se trata, pues, de un tema muy goloso para mitólogos, psicólogos, historiadores de la cultura y de las religiones del mundo. Es intere­ sante señalar que la anterior alusión, ayuda a ver mejor la importancia del tema. K óster expresa así la importancia de estas visiones parateo- lógicas del Po. «Tales paralelos son una corroboración del impacto pro­ ducido por la enseñanza cristiana (sobre el particular). Algunas de ellas muestran que, también la observación meramente natural, sin preten­ derlo, descubre en el hombre fenómenos que tienen cierta semejanza y se aproximan a la doctrina cristiana del pecado original y preparan para su inteligencia (II, 227). K óster no entra en ulteriores precisiones. Nosotros tampoco. Sin embargo, estos datos aportados por los di­ versos saberes humanos —y que podrían incrementarse con otros mu­ chos—, sufren una lectura, interpretación menos favorable a la teología católica y más crítica. En ella no se niega la proximidad a la teoría cristiana del Po, más bien se estrecha, pero no para corroborarla en su presupuesto origen divino, sino para descubrir la común raíz humana, profundamente humana, de ambos tipos de interpretación del fenó­ meno: la teológica y las para teológicas. Las mencionadas explicaciones parateológicas y otras similares ofrecidas por los mitos y concepciones 7. Sobre el tema del Po en la perspectiva de la antropología no-teológica ver A. V illalmonte , El pecado original. Veinticinco años de controversia, 1950- 1915, Salamanca 1978, 180-208.

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