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EL PECADO ORIGINAL EN SU HISTORIA 153 respuesta no puede ser taxativa. Parece que se puede responder: la doctrina del Po no está enseñada en la Biblia ni siquiera en el NT en forma suficientemente clara, formal, explícita. Podría hablarse de ciertos elementos desde cuya virtualidad, mediante un desarrollo homo­ géneo, la Iglesia ha llegado a la doctrina explícita y clara sobre el Po (II, 121). Hay que reconocer que la anterior afirmación conlleva serios problemas sobre la relación entre Escritura y Magisterio y sobre la interpretación y valor perenne o meramente circunstancial de las deter­ minaciones que el Magisterio «añade» a la Escritura. En todo caso, la afirmación es muy vaga, ya que lo que llamamos ’enseñanza sobre el Po’ no se agota en una simple tesis, sino que im­ plica una multitud de afirmaciones antecedentes concomitantes y con­ secuentes. Por eso, Koster especifica las afirmaciones de los teólogos sobre estos puntos, ya tradicionales en tratado sobre el Po: 1) el esta­ do de justicia original; 2) la caída originaria o pecado 'originante’ ; 3) el pecado original originado en que cada hombre nace; 4) las con­ secuencias del pecado original. Teniendo a la vista los datos que nos ofrece el propio Koster, parece que exegetas y teólogos católicos han llegado ya a eliminar la llamada 'teología de Adán’ en su forma tradicional hasta los años se­ senta de este siglo; e.d., en cuanto implicaba la existencia real-histó­ rica de un primer individuo de la especie humana, colocado en un primer momento en estado de santidad y justicia; estado que habría perdido para sí y para la especie humana al cometer el llamado pecado originante. Eliminado el individuo Adán y su estatuto teológico privi­ legiado —para el bien y para el mal— es sustituido en su función por la 'humanidad originaria’, por el primer grupo humano, según algu­ nos. Otros hablan de la posesión virtual (por Adán, por el grupo) de aquella santidad y justicia primera. Otros la función de Adán como 'originante’ del Po la trasladan a la humanidad entera de todos los siglos mediante la figura del pecado del mundo. Otros, por fin niegan que exista un acontecimiento histórico-empírico que pueda decirse 'originante’ de la desgraciada situación en que nace todo hombre. Por lo que se refiere a las consecuencias del Po, es decir, el des­ bordamiento de la concupiscencia y la muerte corporal se recogen las distinciones y atenuaciones que hacen los teólogos actuales al ocuparse de la enseñanza tradicional. ¿Cómo explicar al hombre de hoy, espe­ cialmente al creyente, que la muerte proviene por el pecado de Adán, como si, de no ser él, no habrían de morir? ¿Cómo seguir pensando que los instintos libidinosos y de agresividad surgen tan fuertes en el

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