PS_NyG_1986v033n001p0139_0172

150 ALEJANDRO VILLALMONTE exposición que de ellos hace Kóster, me parece que las ideas comunes a mantener y las que más ilustran la actual controversia en torno al Po —incluso entre teólogos católicos— , serían estas: a la luz de la Pala­ bra de Dios el hombre ha de confesarse radical y universalmente pecador: 'rebelde de Dios’, como diría E. Brunner. Si no es bajo la luz de la Palabra, el hombre ni se conoce ni reconoce pecador ante Dios. — No hay que buscar ninguna causa histórico-empírica que haya provocado desde fuera este radical empecatamiento del hombre. Nomi­ nalmente no es ya admisible el recurso tradicional el padre del género humano, Adán, mencionado en la Escritura y Tradición. La actual exégesis científico-crítica no acepta la interpretación historicista que, durante siglos, ha venido dándose a Gn 2-3, o Rm 5, 12-21. — Por consiguiente, hay que dejar caer, como carente de cual­ quier sólido fundamento, la teología de Adán: la figura histórica de un primer individuo de la especie humana que, situado en estado teo­ logal cualificado en su primera aparición en el mundo, mediante un pecado, también cualificado, se habría tornado en originante de la situa­ ción de pecado real en que todo hombre nace. — La frase 'pecado original’ y más aun la de 'pecado hereditario (Erbsünde) es una contradictio in adiecto (K. Barth), una especie de hierro de madera. Cuando haya que expresar aquella radical, connatural condición pecadora del ser humano habrá que recurrir a fórmulas más comprensibles al hombre de hoy, como la alienación existendal (P. Tillich); o bien hablar del pecado sustantivo (Wesensünde), o del pecado radical (Grundsünde) que todo hombre consuma al existenciarse torcidamente, por decisión de su personal libertad profunda, noumenal, metaempírica. Por esta decisión entra el hombre en la existencia en re­ beldía y pecado contra Dios. Tal decisión originaria malicia y corrompe ya las demás decisiones concretas que durante su vida ha de tomar. No hay que desconocer en estos teólogos la presencia e influencia tenaz de prejuicios teológicos. Como la idea de que la real impotencia soteriológica del hombre en orden a la Vida eterna, la gratuidad abso­ luta de la Gracia excluyen cualquier forma de colaboración humana en la obra de la salvación. Tampoco hay que olvidar el idealismo an­ tropológico subyacente en todo ese razonamiento sobre la decisión radical del hombre. Si desde los representantes se pasa a elencar la ideas-fuerza que operan en las nuevas formulaciones (que hacen impacto también entre los católicos) habría que indicar:

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz