PS_NyG_1986v033n001p0139_0172

148 ALEJANDRO VILLALMONTE han propuesto nuevos caminos para la enseñanza tradicional e incluso la van dejando de lado. En esta comparación —tan rápida— entre el trabajo de J. Gross y el de H. Kóster es digna de notarse la impresión general tan diver­ gente que cada uno tiene del período de tiempo por ellos historiado, en referencia al Po. Piensa J. Gross que «la moderna ciencia ha matado al pecado original. Los teólogos católicos se esfuerzan en conservar al menos el nombre. Aunque últimamente ni eso siquiera» 4. Por su parte, Kóster al final de su estudio hace suyas unas palabras de W. Kasper: si miramos a su contenido sustancial, la enseñanza sobre el pecado original sería «una de las mayores contribuciones de la histo­ ria de la teología y uno de los mayores aportes del cristianismo a la historia del espíritu»5. II. HISTORIA DEL PO EN EL SIGLO XX: 1900-1980 Como se indicó antes Kóster no pudo tratar tema del Po durante el siglo XX con la deseada atención y despacio. Lo hace en una se­ gunda obra. Como fecha tope de estudio se pone el año 1979. Vamos a hacer una sucinta descripción del contenido del libro. Nuestras obser­ vaciones personales serán escasas en este apartado. 1. Impulsos para una renovación de la teología del Po Intentos serios de renovación de la doctrina del Po no se hacen notar, dentro de la teología católica, hasta la segunda mitad del si­ glo XX. Pero ni la fuerza ni las varias direcciones de tales intentos serán bien comprendidos sino se los contextualiza dentro de la corrien­ te de ideas teológicas y extrateológicas de los decenios anteriores. Es la finalidad de este primer capítulo (II, 11-57). La teología protestante, especialmente la de tendencia liberal, se mostró más sensible a los impulsos dados por la Ilustración hacia una mayor racionalidad y crítica de la manera de entender y exponer los dogmas cristianos. También los protestantes cultivaron en este siglo una exégesis y teología bíblica más avanzada que la de sus colegas católicos. Finalmente, se mostraban menos cerrados que los católicos para oír las dificultades que desde la ciencia moderna se proponían 4. J. G ross, o . c ., IV, 352. 5. H. K ü ster, o. c., I, 240; II, 248.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz