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El pecado original en su historia Comentario a dos libros recientes Si nos ceñimos a su formulación específica y tematizada, la doc­ trina cristiana del pecado original (abreviamos: Po) tiene una antigüe­ dad de 15 siglos. Pero es seguro que, cuando san Agustín proponía tal doctrina —a comienzos del siglo V— , trabajaba con materiales y daba expresión a ciertas convicciones más antiguas que él en el seno del cristianismo. Más aun, se pensaba —con notable unanimidad, hasta fecha reciente— , que el mismo NT (Rm 5, 12-21) habría dejado tras­ lucir una creencia básicamente similar a la que sobre el particular desa­ rrolló Agustín y proclamó el Tridentino en el siglo XVI. Además de ser importante por la universalidad y solemnidad con que ha sido recibida por los cristianos durante centurias, la creencia en el Po es siempre un atrayente tema de estudio por la amplitud y hondura de su presencia e influencia en la dogmática, en la moral, en la espiritualidad cristianas. Muchos teólogos hacían del Po el gozne sobre el cual giraba la actual historia y economía divina de salvación; calificable, por ello, como primordialmente hamartiocéntrica, centrada sobre el pecado de Adán y de los hombres todos en Adán. El hombre objeto preferencial del estudio de los teólogos y del vivir de la Comu­ nidad de los creyentes era el célebre 'homo lapsus': el hombre caído, los desterrados hijos de Eva. Cierto que este hombre ha sido reins­ taurado por Cristo. Pero incluso después del bautismo el hombre via­ dor seguirá con su naturaleza 'vulnerada’ (o corrupta) pues no se le quitan las consecuencias del Po. Vulnerada la naturaleza, toda la acti­ vidad del hombre en la historia, todas sus actividades culturales (y no sólo las religioso-morales) dentro del complejo histórico-cultural que llamamos Occidente, son contempladas como 'heridas’ por el Po: ori­ ginante y originado. El claro pesimismo de la visión cristiana sobre el hombre y su acción en el mundo, dominante en los siglos medievales, tenía su raíz