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136 DOMINGO MONTERO Palabra, porque sólo ella contiene la eficacia de cumplir lo que pro mete. El signo TAU que en ella se encuentra puede servir de testi­ monio respecto del conocimiento que el Santo pudiera tener del pro­ feta Ezequiel. * * * Muchas precisiones quedan aún por hacerse e incluso otros textos podrían escudriñarse en busca de citas o referencias bíblicas. A lo largo de este rápido estudio me he visto frecuentemente asaltado por una sensación de subjetivismo y «voluntarismo». La bibliografía al respecto no presenta, en mi opinión, una profundización crítica con­ vincente. Quizá porque se busca más de lo que se puede encontrar. A modo de síntesis, destacaría lo siguiente: Francisco tiene la con­ vicción de que la máxima objetividad de Dios se encuentra en su Palabra y cree, por tanto, que esa Palabra es el lenguaje más objetivo, más adecuado para hablar a Dios. La alabanza, la oración con la Pala­ bra no es sino la restitución a Dios de su bien supremo. En Francisco tiene plena realización la visión que de la Palabra de Dios tiene Isaías (Is 55. 10-11) (cf. Adm 18). En segundo lugar: la importancia del Padrenuestro. Intencionada­ mente no he analizado la paráfrasis, por los problemas de autenticidad que presenta, pero no cabe duda de que la oración dominical es el paradigma de la oración de Francisco. Es el «salterio» de los laicos (I Re 3 y II Re 3) y el prefijo de sus oraciones «sálmicas». El rubri- cista advierte «las iniciaba de esta forma: Santísimo Padre nuestro que estás en los cielos» (Al. Hor.) y «en primer lugar decía la oración que el Maestro y Señor nos enseñó: Santísimo Padre nuestro...». También merece reseñarse la importancia de María Virgen. K. Esser afirma respecto de la antífona «Santa Virgen María...» «un modo pro­ pio de orar y especial testimonio de su actitud ante la Bienaventurada Virgen María es la antífona Santa Virgen María que en algunos códi­ ces manuscritos, también fuera del Oficio, aparece entre las oraciones de san Francisco » 79. Para Francisco la oración es la devolución a Dios de su Palabra, una vez que con esa Palabra ha esclarecido la verdad de Dios, del hom­ bre y de las cosas. Verdad que se reduce al descubrimiento de dos rela­ ciones verticales: Paternidad (de arriba a abajo) y creaturidad-filiación 29. K. E sser , Opuscula, 189.

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