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EL MAESTRO CRISTIANO A LA LUZ. 45 Hay que iniciarlos, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual. Hay que prepararlos además, para la par­ ticipación en la vida social, de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diá­ logo con los otros y presten su fructuosa colaboración gustosamente a la consecución del bien común» 16. La finalidad última de la educación auténtica es, por tanto, propor­ cionar a los educandos una formación integral. La educación integral hace posible que el hombre madure responsable y libremente. Se la puede considerar por tanto, como «un proceso liberador que capacita al hombre, sobre todo en las pri­ meras etapas de la vida, para ser libre ante las diversas opciones que se le ofrecen, para ser dueño de sus decisiones en orden al desarrollo de los auténticos valores personales» 17. De aquí se deduce que la educación es un proceso humano com­ plejo con grandes exigencias. Supone tener encuenta unos presupues­ tos básicos indispensables. O. González de Cardedal lo señala muy bien con estas palabras: «La educación es esencialmente un quehacer, que exige no sólo una dedicación de tiempo cronológico sino sobre todo de duración y de­ dicación biográfica. Hay que dedicarle no horas sino alma; no sólo exige ocupación sino aquella tensa, paciente y respetuosa atención a todos y cada uno de los aspectos de un problema, que llamamos pre­ ocupación. No es por tanto una función, que se cumple mediante unas acciones aislables o desconexas entre sí, sino una misión que se lleva a cabo en una diaria continuidad, en la que configuramos al sujeto en su libertad y en la que nuestra libertad es configurada» 18. Es conveniente insistir en que la formación es integral, cuando posibilita al educando la consecución de la libertad. Por ello, «no es una acción de mera protección o de paternal acompañamiento en la que el educador lo es todo, ni por el contrario de plegamiento consecuente de éste a los deseos del educando, siendo entonces el maestro simple reacción a las exigencias o respuestas a las pregun­ tas del alumno. Se trata de aquella actitud en la que una libertad 16. GE 1. 17. C o nferencia E piscopal E spañola , Declaración sobre la enseñanza, Ma­ drid 1976, 10, n. 12. 18. Memorial para un educador con epílogo para japoneses, Madrid 1981, 137.

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