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106 LUDIYIN A SASTRE ROMO hombres la confianza en que de veras ese evangelio es una palabra de verdad y una buena nueva de salvación. 14. Bien aventurado el educador, que cultiva con gozo día a día su vocación, y sabe que no podrá mantener la honda plenitud de su fe si no es en la fiel integración en la comunidad de quienes unánime­ mente confiesan a Jesús por Señor; y sabe que no podrá mantener la real eficacia histórica de su quehacer si no es en real comunica­ ción con todos los que buscan una humanidad mejor, y en solidari­ dad con todos los que se afanan por un cielo y una tierra nuevas en la justicia»202. C onclusión A lo largo de nuestra reflexión sobre El maestro cristiano a la luz de los últimos documentos post conciliares han ido desvelándose una serie de ideas claves o fundamentos que recogemos más sistemática­ mente en esta conclusión. Son éstas: 1) Si siempre la Iglesia, verdadera «Madre y Maestra», ha tratado de asumir el mandato del Señor de «enseñar y bautizar a todas las gentes» (Mt 28, 19), esta preocupación ha adquirido especial relieve en la época moderna. El humanismo contemporáneo con su carga de secularismo laicista, por un lado, y pluralista antropológico, por otro, ponían en peligro la visión integral del hombre «creado a imagen y semejanza de Dios» (Gén 1, 26). Estos dos factores han urgido a la Iglesia a poner en plena luz y pronunciarse sobre un tema tan medu­ lar cual es el derecho y el deber que le compete de formar al ser huma­ no en sus diversas vertientes: humana, social, religiosa y cristiana. Los diversos documentos que hemos estudiado manifiestan una preocupación creciente y una presencia vigilante por acompañar al ser humano en su desarrollo armónico, de suerte que a la educación huma­ na y social correspondiera también una paralela formación en los valo­ res éticos, religiosos y cristianos. 2) Si la precaria condición del ser humano hace necesaria e im prescindible la educación del hombre, semejante necesidad, vista desde una comprensión cristiana de la persona crece de tono si observamos las diversas concepciones del ser humano que se ofrecen en el mer­ cado ideológico del mundo. Si partimos del hecho de que existencial- mente no se da más hombre que el creado a imagen de Dios y re-creado conforme al modelo original que es Cristo, muerto y resucitado, se 202. O . G o n z á le z de C ard ed al, o . c ., 83*84.

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