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EL MAESTRO CRISTIANO A LA LUZ. 105 siempre su palabra desde el autoritarismo y no la oculta, sustrae o trasmuta por complicidad secreta, cobardía o temor a quebrar ante los demás la propia imagen. 7. Bien aventurado el educador que lee con tanta pasión los signos de los tiempos, a través de los cuales somos alertados a la voluntad de Dios, como lee los tiempos de aquellos signos: la acción, la pala­ bra, la muerte y la resurrección de Jesús, palabra exterior y espíritu interior para siempre dados por Dios a los humanos. 8. Bien aventurado el que deja tras sí alumbrada la memoria de Je­ sús pacífico, justo, pobre, limpio de corazón; y con su memoria fiel lega a los demás la esperanzada pasión de la paz, la justicia, la li­ bertad, la pureza del corazón, el amor entre los hombres, la infinita confianza en el Padre. 9. Bien aventurado el educador que no sucumbe al desaliento tras el silencio mudo de los años, la traición de la amistad o el hundi­ miento de mundos acariciados, sino que revive la esperanza del Dios siempre nuevo y siempre fiel, que funda la posibilidad de un hombre renovado ,a pesar de toda la vejez que le causen sus pecados, y de un hombre recreado en la fidelidad, a pesar de todos los olvidos y de todas las huidas. 10. Bien aventurado el educador que al comienzo de sus días, en me­ dio de sus días y al final de sus días puede decir con alegría: "Señor, hemos realizado la obra que nos habías encomendado, nosotros sier­ vos inútiles", y en la misma humildad alegre va entregando a los hombres su alma y deja en manos del Padre su final destino, porque al igual que a Jesús a él le hará el Padre partícipe del Reino de la Vida. 11. Bien aventurado el educador que desde una confianza infinita en Dios como origen, fuente y futuro absoluto del hombre, tiene el va­ lor para arriesgarse en la conquista de todos los valores inmediatos, y desde la confianza última que nos ha sido dada intente introducir en este mundo valores, sentidos y esperanzas penúltimas que hagan creíble la existencia de aquella realidad beatificante última, que lla­ mamos Dios. 12. Bien aventurado el educador que desde una solidaridad diaria con los hombres, y desde la confianza que les ofrece y mantiene, ha­ ce posible pensar y acoger la buena noticia, la suprema noticia oída sobre esta tierra de mortales: "Dios se ha hecho solidario de los que viven y mueren". Esta solidaridad con nosotros, en la vida y en la muerte, tiene un nombre: Jesús de Nazaret. 13. Bien aventurado el educador que sabe dar "razón de esperan­ za" pasando la confesión de fe que hace con los labios a la reflexión de su inteligencia, al amor del corazón, a las obras de las manos, pa­ ra que pensándola, amándola y haciéndola pueda despertar en los

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