PS_NyG_1986v033n001p0037_0109

104 LUDIVINA SASTRE ROMO Vosotros... procurad acrecentar la dosis de amor que la escuela, por ser escuela se merece, y mucho más en este período en que toda institución escolar se extiende y renueva... Amad a vuestros alumnos ...¿Es que no los amáis? Ciertamente, sí los amáis: pero permitid que os recordemos este deber. Pues teóricamente hablando, es posible enseñar sin amar. Y porque el amor es algo como el fuego, que siem­ pre ha de estar encendido por un propósito siempre vigilante... Sabéis que, sin el amor, falta la educación y disminuye la instrucción. La ver­ dadera pedagogía se nutre del amor. Donde un profesor consigue amar termina por hacerse amar, y entonces la escuela es otra, pero muy viva y muy bella». Como síntesis de la figura del educador cristiano están estas Biena­ venturanzas que O. González de Cardedal les dedica en su libro Me­ morial para un educador : «1. Bien aventurado el educador que modela con ilusión el barro humano no para conformarlo a su propia imagen y semejanza, sino para posibilitar que él, en la libertad que nace del amor, se confor­ me a imagen y semejanza de Dios. 2. Bien aventurado el educador que no vive preso de su propia his­ toria ni ha quedado ciego o extralumbrado por la propia experiencia, y cree que toda vida es un inicio que Dios hace en el mundo, que en ella todo es posible, y por tanto, no cierra ninguna posibilidad a na­ die, sino que las abre todas a todos. 3. Bien aventurado el educador que tras haber orientado en un ca­ mino a sus oyentes y ver que aquéllos a quienes educó marchan en otro, les mantiene el amor y la esperanza, sin negarles aquella pala­ bra humilde y confiada, que él considera verdadera. 4. Bien aventurado el educador que no retiene a nadie en su cercanía y no hace de la amistad o de la autoridad una alambrada para evitar el crecimiento sobre él de quienes forma, sino que alegre impulsa el vuelo hacia mayores alturas y bendice su marcha hacia nuevos hori­ zontes. 5. Bien aventurado el educador que vive sus esfuerzos y sufre sus trabajos como esfuerzos y trabajos por el Reino, cuando sus actitu­ des son las que animaron el destino de Jesús, y cuando ve en ese Jesús la suprema aventura de su muerte y en su resurrección, el sig­ no y la buena ventura de su vida. 6. Bien aventurado el educador que en el amor dice la palabra a tiempo y a tiempo guarda el silencio necesario; el que no impone

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz