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102 LUDIVINA SASTRE ROMO El profesor de religión tiene que tomar conciencia de la necesidad de actualizarse progresivamente en su formación religiosa porque «de ella depende no sólo su posibilidad de apostolado, sino el debido ejercicio de su tarea profesional, especialmente cuando se trata de la tarea educativa» 197. Por esta razón el profesor de religión requiere «además de la formación espiritual una sólida instrucción doctrinal, es decir, teológica, ética, filosófica» 198. E l Concilio Vaticano II, en el n.° 8 del Documento Gravissimun Educationis, habla de la necesidad de una ciencia religiosa garantizada con los debidos títulos. Acreditados con dichos títulos y con una ade­ cuada preparación en pedagogía religiosa, quedarán fundamentalmente capacitados para la enseñanza de la religión. El educador cristiano, para poder realizar su misión educadora, tiene que apoyarse en la fe, esperanza y caridad: «En la fe hallará con seguridad la humildad, la esperanza y la cari­ dad que necesita para perseverar en su vocación, convencido de que su obra no puede ser medida con los criterios racionalistas que se aplican en otros campos» l" . «Precisa también de una firme esperanza, porque nunca puede llegar a percibir en plenitud los frutos de la tarea que realiza con sus alum­ nos. Y necesita, en fin, una permanente y creciente caridad que ame siempre en sus alumnos al hombre hecho a imagen y semejanza de Dios y elevado a hijo suyo por la redención de Jesucristo» 200. La vocación del educador es ardua, requiere mucha entrega al alum­ no, tiempo, desprendimiento, generosidad, enriquecimiento cultural y religioso. Si de verdad se reconociera la naturaleza de la vocación del maestro cristiano se le estimaría en su justo valor. Todos los fieles deberían ser conscientes de que, en un momento como el nuestro en el que escasean las escuelas católicas, sin el educador laico católico, 197. El laico católico, testigo de la fe en la escuela, 1.839, n. 62. 198. AA 29. 199. La Escuela Católica, 997, n. 75. 200. El laico católico, testigo de la fe en la escuela, 1.841, n. 74.

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