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100 LUDIVINA SASTRE ROMO siempre con las opciones libres de los demás, pueda convertirse en un medio por el que Dios se hace más asequible para aquéllos que aún no han recibido el don de la fe» 188. Una vez vista la identidad y misión del maestro católico, tanto en la escuela católica, como en aquella otra que tiene otro proyecto edu­ cativo distinto del cristiano, es conveniente hacer una pequeña refle­ xión sobre el educador católico, profesor de religión. En principio, «es un hecho evidente la constatación de que el 90 % de los padres de los alumnos que asisten a las escuelas estatales quieren que sus hijos reciban formación religiosa» 189. Esta razón impulsa a pensar que la enseñanza de la religión es propia de la escuela. También hay que tener en cuenta que es «un importante instrumento para conseguir la adecuada síntesis en­ tre fe y cultura» 190. Por último, «la enseñanza de la religión, aunque es distinta de la catequesis, es complementaria de ella y por lo tanto debería ser impartida en cual­ quier escuela» 191. Los profesores de religión de los diversos niveles educativos son una porción cualificada del Pueblo de Dios, en el desempeño de su función educadora, ya en virtud del sacerdocio común de los fieles o de su especial consagración y dedicación a la oferta del mensaje cris­ tiano a los alumnos. La función del profesor es una tarea incomparable porque «transmite no la propia doctrina o la de otro maestro, sino la ense­ ñanza de Jesucristo» 192. Los profesores que imparten la formación religiosa tanto en cole­ gios estatales como privados, deben procurar capacitarse progresivamen­ te para ofrecer a sus alumnos una materia orgánica y exigente que va 188. Los maestros cristianos , 1.389. 189. Ibid. 190. E l laico católico, testigo de la je en la escuela, 1.838, n. 56. 191. Ibid . 192. J u a n P ablo II, Catechesi tradendae, en Ecclesia 1979, 1.406, n. 6.

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