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EL MAESTRO CRISTIANO A LA LUZ. 97 nes habituales de diálogo constructivo, de mutua colaboración, de par­ ticipación activa, de información, de estima y reconocimientos mu­ tuos, de esfuerzo común al servicio de la formación integral de los alumnos» 177. El educador ha de tener presente también que la escuela no cum­ ple su función educativa si no está en comunicación con las familias, con la comunidad humana, eclesial y civíca a la que pertenecen edu­ cadores y alumnos: «La perfección del coloquio paterno está en la comunidad que entre las personas establece, la cual exige el mutuo respeto de su plena dignidad espiritual» 178. El hombre, por ser eminentemente social, conseguirá su propio desarrollo personal en la medida que aporte su ayuda al desarrollo de la sociedad en la que está inmerso. Ambos, hombre y sociedad, están mutuamente condicionados: «El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» 179. 2) El educador tiene que vivir su acción educadora como una vocación evangelizadora, que se traduce en esfuerzo permanente de comunicar el Evangelio con su palabra y con el testimonio de una con­ ducta auténticamente cristiana. Con su acción educativa, el educador ha de esforzarse por «alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuerzas inspiradoras y los modelos de vida de la hu­ manidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y el designio de salvación» 18°. «La Buena Nueva proclamada por el testimonio de la vida deberá ser, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evan- gelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios» 181. 177. El religioso educador , 27, n. 23. 178. GS 23. 179. GS 24. 180. P ablo VI, La evangelización del mundo contemporáneo, Madrid 1984, 24, n. 19; Cfr. también n. 18. 181. P ablo VI, La evangelización del mundo contemporáneo, 26, n. 22. 7

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