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84 LUDIVINA SASTRE ROMO Debe practicarla en su tarea educativa, y debe impulsar en sus alumnos el valor tan importante que tiene la caridad fraterna que Jesús nos enseñó y los Apóstoles proclamaron: «Aunque yo hablara las lenguas de los ángeles y de los hombres, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que reti­ ñe» 167. c) Educar la conciencia El educador tratará de educar la conciencia. Cuando el educador busca la libertad en el hombre, busca también la educación de la con­ ciencia: «La verdadera libertad es signo evidente de la imagen divina del hom­ bre... La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa» Educar la conciencia moral es educar al hombre en la búsqueda honesta de la verdad: «No rara vez sucede que yerre la conciencia por ignorancia invenci­ ble, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no pue­ de afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado» 169. El educador desempeñará la educación de la conciencia a la luz «leí Evangelio: «La conciencia psicológica y la conciencia moral están llamadas por Cristo a una plenitud simultánea, como condición para recibir en la forma que en definitiva conviene al hombre, los dones de la verdad y de la gracia» 17°. 167. 1 Cor 13, 1. 168. GS 17. 169. GS 16. 170. P ablo VI, Ecclesiam Suam, en Ecclesia 1964, 1.087.

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