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84 LUDIVINA SASTRE ROMO sufre nuestra cultura actual, en todos los niveles (político, social, moral y religioso) incide en la enseñanza y, por consiguiente, en la labor del maestro. Hoy más que nunca, la sociedad está declarando inútiles la mayor parte de los valores que habían sustentado la vida del hombre. La revo­ lución industrial y los avances tecnológicos están dando lugar a unos nuevos valores, distintos a los anteriores, a los cuales se aferran la gran mayoría de los hombres. Buena parte de los hombres se apoyan en la ciencia, en las leyes, en los bienes materiales, mientras que dan de lado a los problemas del sentido de la vida, de la dignidad humana, de la verdad, de la justicia, etc... Se corre el riesgo de que el hombre se despersonalice, y pase a ser un elemento más de ese mundo material, cósmico. Es imprescindible afirmar que el hombre para ser realmente hom­ bre, tiene que buscar algo más que hechos comprobables, cifras, bienes materiales, poder, bienestar, avances tecnológicos. Tiene que pregun­ tarse por el sentido de su existencia, por la verdad de la que el hom­ bre viene y hacia la que marcha. El educador, ahora y aquí, para lograr que el educando tome con­ ciencia de que es algo más que un trozo de ese mundo cósmico, tiene que asumir ante todo que «el hombre no es verdaderamente hombre más que en la medida en que, dueño de sus actos y juez de su valor, se hace él mismo autor de su progreso, según la naturaleza que le ha sido dada por su Crea­ dor y de la cual asume libremente la posibilidad y eficacia» 133. Si el maestro asume a la hora de educar este principio de educa­ ción enunciado por Pablo VI, quiere decir que hace suya una pedagogía basada en el concepto cristiano del hombre. Este maestro cristiano es el que ha entendido que lo más impor­ tante en el mundo, es el hombre y que todo lo demás: avances, bienes, ciencias, etc., estarán a su servicio. Por eso, el maestro, cristiano a la hora de educar tiene presente que: «El porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para espe­ rar» 134. 133. P ablo VI, Popuíorum progressio, Madrid 1967, 54, n. 34. 134. GS 31.

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