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E L MAESTRO CRISTIANO A LA LUZ. 79 tido cristiano, coherente y armónico de la vida y de las realidades hu­ manas a que tienen derecho, no puede hacerse en virtud de concep­ ciones que consideran que la fe no es un saber fundado... La refle­ xión teológica que se hace desde la fe se rige por una metodoolgía rigurosa que justifica su presencia en el conjunto de las enseñan­ zas» 116. La escuela es el lugar más adecuado para la forja de auténticas personalidades. La escuela católica hace posible que el educando con­ siga su formación íntegra y a la vez le proporciona los medios adecua­ dos para el crecimiento de la nueva criatura, que ha nacido por el bautismo, a través de la transmisión de la enseñanza religiosa y de la síntesis entre fe y cultura, y entre fe y vida, que va realizando de forma paulatina y global. 2. E l MAESTRO CRISTIANO La educación de los niños y jóvenes, depende de muchos factores como lo venimos viendo a lo largo de esta exposición: familia, socie­ dad civil, escuela, Iglesia... Cada uno de ellos contribuye de acuerdo con su propia naturaleza, a hacer realidad que el niño vaya creciendo de forma adecuada como persona. Hay que considerar sin embargo, que no son los recursos materia­ les de estas sociedades concurrentes en la educación las causas que de verdad posibilitan la consecución de una educación integral, aunque en sí mismas puedan ofrecer una influencia de signo positivo. Son los elementos humanos que la forman los que realmente pueden lograr que el niño vaya desarrollándose armónicamente, hasta conseguir su autorrealización personal. Por esta razón, al igual que hemos hecho un análisis de la acción educativa de la familia como núcleo vital de la educación; de la escue­ la, como institución creada por la sociedad para posibilitar y ayudar a los hombres a llegar a ser humanos; de la Iglesia como continuadora de la obra de Jesús que da razones al hombre para que pueda encon­ trar el sentido último de su vida; y del Estado como órgano político que tiene como obligación subsidiaria defender y acrecentar la educa­ ción personal y social de los hombres, respetando al máximo la liber­ tad y conciencia de los ciudadanos, se impone también la necesidad 116. Declaración sobre la Enseñanza, 19, n. 36.

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