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76 LUDIVINA SASTRE ROMO Dios y de la revelación cristiana... Una cultura dominada por la ra­ zón instrumental al servicio exclusivo de la eficacia técnica, sin refe­ rencia alguna a la dignidad del hombre y a los valores morales y so­ ciales, puede acrecentar el poder; puede satisfacer al ansia de pose­ sión y dominio; pero no ayuda por sí sola al hombre a "ser" más, co­ mo persona» I06. Cuando en la persona del alumno convergen en unidad evangeliza- ción y civilización, será éste, como piensa el Concilio, no ya sólo un evangelizado y un civilizado, sino un civilizador y un evangelizador. De aquí se desprende que «la escuela católica, a la par que se abre como conviene a las condi­ ciones del progreso actual, educa a sus alumnos para conseguir efi­ cazmente el bien de la ciudad terrestre y los prepara para servir a la difusión del reino de Dios, a fin de que con el ejercicio de una vi­ da ejemplar y apostólica, sean como el fermento salvador de la co­ munidad humana» 107. La enseñanza, en su dimensión apostólica, no se limita a la sínte­ sis entre fe y cultura, sino que también se esfuerza para que el alumno realice una síntesis entre fe y vida: «Para lograr la síntesis entre fe y vida en la persona del alumno, la Iglesia sabe que el hombre necesita ser formado en un proceso de continua conversión para que llegue a ser aquello que Dios quiere que sea. Ella enseña a los jóvenes a dialogar con Dios en las diversas si­ tuaciones de su vida personal. Los estimula a superar el individualis­ mo y a descubrir, a la luz de la fe, que están llamados a vivir, de una manera responsable, una vocación específica en un contexto de solidaridad con los demás hombres. La trama misma de la humana existencia los invita, en cuanto cristianos, a comprometerse en el ser­ vicio de Dios en favor de los propios hermanos y a transformar el mundo para que venga a ser una digna morada de los hombres» 108. Para que la escuela católica haga posible que los alumnos vayan adquiriendo el estilo propio de la vida cristiana, es decir, para que vayan dando una respuesta vital a los presupuestos básicos de la fe que se les van explicitando, tiene que «crear en el ámbito de la comunidad escolar un clima que ayude al alumno a vivir su fe de una manera cada día más madura y adquirir 106. El religioso educador, 26, n. 22; Cfr. Mensaje de Juan Pablo II a Es - paña. Discurso a los teólogos en la Universidad de Salamanca (1 noviembre 1982), Madrid 1982, 51-52. 107. GE 8. 108. La Escuela Católica, 994, n. 45.

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