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EL MAESTRO CRISTIANO A LA LUZ. 73 Las tres características que debe presentar la cultura, ser personal, comunitaria y dinámica, quedan entrelazadas en el siguiente texto: «Se ha de desarrollar hoy la cultura humana, de tal manera que cul­ tive equilibradamente a la persona humana íntegra y ayude a los hombres en las tareas a cuyo cumplimiento todos, y de modo princi­ pal los cristianos, están llamados, unidos fraternalmente en una sola familia humana»97. Al tratar de la escuela, se indicó que su misión fundamental es la de conseguir la formación integral de la persona. Se ha de dar, además, esta formación con un sentido comunitario, señalando normas de vida social y ejercicios progresivos y prácticos en el seno de la comunidad escolar. Por último, tiene que estar abierta al progreso, ha de ser dinámica. Pero, ¿cómo puede darse en la escuela la síntesis entre fe y cul­ tura, si la primera se traduce en una misión evangelizadoda y la se­ gunda aspira a la civilización humana? Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta que «el evangelio y por consiguiente la evangelización no se identifican ciertamente con la cultura y son independientes con respecto a todas las culturas. Sin embargo, el reino que anuncia el Evangelio es vivi­ do por hombres profundamente vinculados a una cultura, y la cons­ trucción del reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas. Independiente con respecto a las culturas, Evangelio y evangeliza­ ción no son necesariamente incompatibles con ellas, sino capaces de impregnarlas a todas sin someterse a ninguna»98. También es importante constatar que, tanto la evangelización como la civilización tienen el mismo destinatario: la humanidad ; y además ambas funciones persiguen lo mismo, la formación del hombre en su mundo y en su historia. De aquí se deduce, que evangelización y pro­ moción humana tienen una conexión necesaria: «Entre evangelización y promoción humana —desarrollo liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropo­ lógico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abs­ tracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. La­ zos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la 97. Ibid., 57. 98. Pablo VI, La Evangelización del mundo contemporáneo, Madrid 1984, 24, n. 20.

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