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60 LUDIVINA SASTRE ROMO de nuestros contemporáneos, hijos al fin de nuestra era, importa sólo lo que es útil, rentable, operativo, cuantificable, eficaz... ¿Es posible en estas circunstancias educar cristianamente? ¿Inte­ resa la escuela cristiana? Para unos, la escuela cristiana es la supervivencia de una época pasada, un vestigio de civilización tradicional, cuando las instituciones cristianas estaban sacralizadas. Para otros, sin embargo, es el lugar adecuado para establecer una síntesis entre la ciencia y la fe en la inteligencia y en la vida de los educandos. Hay otras causas que motivan que la escuela cristiana sea objeto de discusión: la pluralidad existente de diversas ideologías, las distin­ tas alternativas educativas, la crisis de vocaciones religiosas dedicadas a la enseñanza, los cambios políticos, sociales, culturales... En estas circunstancias, «la sociedad está experimentando cambios profundos y rápidos en la búsqueda de nuevas formas de convivencias que inciden inevitable­ mente en el terreno de la enseñanza, por ser la escuela un reflejo fiel de la vida social»61. Aparte de problematizar la misma existencia de la vida cristiana y como consecuencia la de la escuela cristiana, se debate también el sen­ tido último de la vida humana y en concreto la vida de fe del pueblo, la enseñanza religiosa, el sentido trascendente. La Iglesia asume las dudas, preocupaciones, incertidumbres que sufren los hombres como consecuencias inevitables de estas situacio­ nes. Así, pues, siempre que se ocupa de la escuela católica, la inten­ ción primaria que tiene es la de esbozar en cada momento las líneas de renovación más adecuadas con los signos de los tiempos, que la permitan responder a su misión y conservar su identidad cristiana. En esta línea de acción, Pío XI, en el año 1929, ante la amenaza de que las escuelas pasaran a ser propiedad del estado nazi, escribe la Encíclica Divini Illius Magistri. Nos recuerda cómo la escuela desde su comienzo es subsidiaria de la familia y que la Iglesia no debe con­ tradecir sino armonizarse con ambas en la tarea educativa; hasta poder incluso constituir junto con ellas «un solo santuario, consagrado a la educación cristiana, bajo pena de faltar a su cometido, y de trocarse en obra de destrucción...»62. 61. Declaración sobre la Enseñanza, 5, n. 1. 62. DIM 47.

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