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El maestro cristiano a la luz de los últimos documentos postconciliares En el mundo actual en constante transformación, los valores e ideales cristianos desde los que, hasta ahora, se venía entendiendo y estructurando la vida humana, se están sustituyendo por otros, aún no lo suficientemente clarificados. Hoy, se olvidan, e incluso se silencian, los problemas de la verdad, del respeto, de la dignidad y del sentido último de la existencia. Ante esta situación podemos preguntarnos: ¿Puede el hombre alcanzar su formación y desarrollo personal desde el olvido de estos valores, sustentando su vida solamente en la técnica, las leyes, el pragmatismo, etc.? Los cambios que sufre nuestra sociedad inciden en el mundo de la educación, y constituyen otro motivo que debe hacernos reflexionar sobre el sentido último que debe tener la misión del maestro cristiano. Creo que el educador cristiano, con su tarea diaria y la aportación de su propia vida, puede ayudar a las futuras generaciones a que cons­ truyan su jerarquía de valores de acuerdo con los valores que Jesús nos presentó con su vida y sus palabras. Otro motivo que me ha llevado a escribir sobre el presente tema, es constatar el grave problema que sufre nuestra educación. Muchos educadores tienen la grave tentación de reducirse a ser menos «docen­ tes». Esta forma de interpretar y vivir la tarea educativa minusvalora el sentido de la propia vocación del educador. La simple «docencia» no ayuda al educando a descubrir y a asumir personalmente los valo­ res humanos y evangélicos. Debido a la amplitud que tiene el tema y a las distintas perspec­ tivas desde las que se puede enfocar, me he limitado, fundamental­ mente, al estudio de lo s documentos oficiales de la Iglesia posteriores al Concilio Vaticano II.

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