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34 GERMAN ZAMORA aprobación real interina», y seguida por Prat en Cervera, era conforme a los regios decretos y, por tanto, sana 36. El censor regio se excusó, achacando a falta de tiempo la rapidez con que había examinado las malhadadas conclusiones. Y, lo mismo él que el director y el canciller, recordaron a todos el índice de mate­ rias sometidas a censura previa, y la legislación vigente. «Encargo nue­ vamente — advertía el último de los tres mencionados, en el claustro pleno de 2 de marzo de 1779— que se tengan presentes las reales pragmáticas de S.M. (que Dios guarde), las reales providencias, las órdenes de su real y supremo Consejo y de todos los superiores; que se tengan igualmente presentes los modernos dictámenes de la autori­ dad, las regalías de la Corona, la extinción de la escuela jesuítica, la prohibición de división de escuelas y de todo espíritu de partido, tan perjudicial en las universidades; que se funden las conclusiones en principios sólidos, en doctrinas puras y sanas, como son las de san Agustín y santo Tomás y la disciplina antigua de la Iglesia, que es lo que tiene mandado S. M. y su gobierno, siendo cierto que, no ejecu­ tándolo así, se incurrirá en el real desagrado» 37. 36. Ibid. El mea culpa de Prat revela un carácter flexible hasta lo aco­ modaticio: Acerca de «la benignísima monición del illmo. sr. director sobre las conclusiones que di a luz, y defendió don Mariano Gomar y de Ferrer, en el día cinco de diciembre de mil sietecientos y setenta y ocho, y como también los tres saludables reparos del mismo sr. director en las mismas conclusiones, confieso arrepentido que debería yo haber excusado estas con­ clusiones, por más que mi intención en todas ellas fue, y en lo sucesivo será, manifestar mi perpetuo rendimiento, y obediencia a los reales decretos y órdenes de S. M. y de su supremo Consejo». 37. Un informe anónimo refleja la personalidad del censor regio, Rai­ mundo Texidor, en estos trazos: «Mayor de cincuenta años. Casado, y con mucha familia, pero rico en bienes raíces; de talento más que mediano, bue­ na conducta y costumbres, aplicación, desempeño, y buen concepto entre los estudiantes. Su doctrina es jesuítica, no tanto por afición, como por sa­ gacidad en acomodarse al tiempo; bien que sin trampas ni prejuicio de la hombría de bien». Ibid. Acerca del modo de desempeñar su cargo como re­ gio censor, manifestó él mismo con motivo de este enojoso trance: «Que los autores de tan frecuentes conclusiones no las presenten instando con prisa a su despacho, pues yo no puedo estar en todas horas en mi casa, ni siempre desocupado para despacharlas al instante, como suelen instarlo, su­ poniendo algunos como si yo no tuviese que leerlas, o bastase hacerlo muy a prisa, cuando ven ahora todos vds. —hablaba al claustro pleno— que la sola repetición de una palabra buena, no bien advertida entonces por mí, pudo saber a menos veneración y respeto a una orden real, y es verdad» (Ibid.). En cuanto a la fórmula en litigio —«sana doctrina»— era ya vene­ rable, tanto por su antigüedad como por la talla de algunos de sus utiliza- dores, v.gr., Platón (619e: «sana filosofía») y san Pablo (1 Tim 1, 10; Tit 1, 9), sonando generalmente más a tradicionalismo que a innovación.

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