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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS. 33 ración de tal adjetivo, «en la primera conclusión seis veces, dos en la segunda y diez en la cuarta». Aquella fórmula puesta por Prat —«jux- ta mentem Cath. Regis»— le parecía sumamente infeliz e inoportuna, «no siendo el rey autor de obra, curso o sistema alguno, a que deba arreglarse la enseñanza», ni siquiera en el sentido anterior a 1766, cuando regía la tripartita y, de consenso con Felipe V, cada escuela enseñaba la doctrina de su escolarca. El origen de la decantada fórmula no había sido otro, en opinión de Nava, que el deseo de eliminar sis­ temas inseguros. Por eso y por su escaso contenido doctrinal, temía el director que los Prolegómenos de Prat fueran pura ironía35. El cancelario, hombre flexible, se plegó al momento, reconociendo, «en la sustancia y en el modo, cláusulas impropias», que podían per­ vertir la recta inteligencia de las conclusiones, y mandó a Prat entregar cuantos ejemplares conservara, y al juez del estudio requisar los que pudiera. El flamante catedrático, no menos dúctil que su amo, dio las gracias a éste y al director por «la benignísima monición», asegurando haber obrado de buena fe, y llevado por la necesidad de patentizar que la filosofía por él explicada en el curso anterior y enelpresente —la de Jacquier— , «contra algún susurro mal fundado», estaba de acuerdo con las directrices de la Corona. Pero respecto del primer reparo puesto por Nava, declaraba que su ánimo no había sido otro que el de concordar con la mente de S.M., que «ha sidoyes el de enseñarse y usarse la doctrina sana en todas las facultadesy,por con­ siguiente, en la de filosofía». En cuanto al segundo, había reiterado el epíteto de «sana» porque de esa manera se forma, según Aristóteles y «el moderno autor Padre J. Francisco Jacquier», una inducción argu­ mentativa; y, además, para recalcar que la filosofía de dicho profesor, de texto a la sazón en la Liceo Romano, Colegio de Propaganda Fide, universidad de Valencia y seminario San Fulgencio, de Murcia, «con 35. Ibid. «La repetición molesta del adjetivo s a n a —argüía el direc­ tor— en la primera conclusión seis veces, dos en la segunda y diez en la cuarta, presenta un sentido menos decoroso de su loable uso en la práctica a que se dirigió, y cuando no lo sea, puede parecer en la seria crítica de los lectores especie de sátira, para su aplicación en este impreso, ajena del es­ píritu con que se debe venerar su origen, que fue para la elección de segu­ ros sistemas, y que da a entender mayor inclinación a la ironía que a la doctrina de dichas conclusiones, cuando para ella apenas se lee formal tesis, o proposición categórica, en disputa de la materia filosófica, apuntándose, sin mucha necesidad, la de política, derecho público y de guerra». 3

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