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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS. 31 3) Las "conclusiones borbónicas” En diciembre de 1778 defendía un alumno de José Prat las conclu­ siones filosóficas que, en frase del celador de la universidad, «hicieron tanto ruido en Europa, con desdoro de la nación y sonrojo de la ma­ jestad» del rey. Se titulaban Prolegomena phílosophiae sanae, utilizan­ do un vocablo de prestigio en su tiempo, rasgo en común con los famosos Prolegom enos de Kant (1783), a los que se anticipaban en un lustro. Por su calado filosófico, aquellas conclusiones pudieran haber pasado casi desapercibidas. Proclamaban el primado de la experiencia en el punto de partida del conocimiento humano («omnem humanam cognitionem ab experientia exordium ducere fatemur») y tenían en mucho la historia y la matemática como ciencias auxiliares, pero no sustitutivas, del saber propiamente filosófico. A la vez, acentuaban las limitaciones del entendimiento, hasta el grado de que los máximos filó­ sofos no habrían conocido sino «pauca admodum, et fere nihil» 33. No fue el fondo, sino la forma, ajena a la filosofía, lo que llamó inmediatamente la atención en aquellos enunciados. Pues pretendían defenderse como la sana filosofía «juxta inconcussam mentem Catholici Regis Caroli III». El epíteto de sana se prodigaba con sospechosa in­ sistencia a lo largo de todo el primer prolegómeno, reputándose, en el último, al rey y su Consejo por invictos restauradores de tal filoso­ fía en España. Ahora bien, desde el alborear de la reforma universitaria, los rea­ les decretos habían consagrado, como fórmula del ideal que se buscaba, 33. AHSGJ, leg. 941. Ignoramos qué repercusión tuvieron en Europa es­ tos Prolegómenos, llamados también «Conclusiones borbónicas». Prat los de­ dicó a la Inmaculada, madre de la Sabiduría divina y patrona de la univer­ sidad. Les antepuso un poema de treinta y dos versos, contrastando la cien­ cia que tal advocación podía inspirar con la de la sabiduría humana: «Hanc frustra in mediis Academi quaere silvis, Amore magno saucia, Arsit Aristonis proles, umbraque intenti Contenta abire cogit». No se trataba de un programa filosófico, sino más bien de una declama­ ción en propia defensa. De ahí el espacio ocupado en ellas por las protestas de que enseñaba la sana doctrina, y la exigua insinuación del contenido de ésta. Sobre las relaciones entre el conocimiento filosófico, el matemático y el histórico escribía: «Cognitio Mathematica, Philosophicae cognitionis cer- titudinem complet. Unde mutuum auxilium sibi praebet dúplex illius cogni- tionis genus, Mathematicae nempe, et Philosophicae. Ast quamvis ex cogni- tione Histórica, et Mathematica lux magna, nonnumquam rebus ipsis afful- geat Philosophicis, illae tamen cognitiones suis debent coercen terminis». .

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