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26 GERMAN ZAMORA bre de sus colegas. Demandaba la instauración de seis cátedras en su facultad, empezando dos profesores nuevo curso cada año, según lo previsto en el reglamento filipino de la universidad. Al mismo tiempo, insistía en la necesidad de que en todo el Principado catalán se expli­ cara la filosofía por los mismos textos y autores imperados por el Con­ sejo a todas las universidades y seguidos en la de Cervera —o Jacquier o Villalpando y Musschenbroek— : de no proceder así, muchos jóvenes, formados en los viejos manuales de la escolástica, se retraerían de pasar a la universidad, precipitando la decandencia de ésta. Y subrayaba, una vez más, su convicción de que debía ser considerada «(como en realidad es) la facultad de filosofía el manantial de todas las ciencias y facultades», con las consecuencias que de ello se derivaban 27. Otro incidente, fundado, como el de las quintas, en puntos de honor, y por ello bastante ajeno al quehacer propiamente filosófico, proporcionó nueva ocasión para exigir con aplomo se diera su rango genuino a la filosofía en cuanto actividad y magisterio. No sin acento declamatorio y teñido de «philosophime» —fecha de redacción del documento: 1790— las demás ciencias quedan reducidas a la condi­ ción de mendigas de las luces que irradia la filosofía, y se tacha de preocupación y miopía nefasta su rancia servidumbre de la teología. El conflicto se suscitó entre un doctor filósofo y el cabildo de Gerona, que le negó derecho a usar las insignias doctorales de su facul­ tad. El claustro universitario lo tomó como ofensa propia (Piquer, el cancelario, había muerto poco antes) y, despechado por la respuesta negativa del cabildo, deputó a varios doctores y abogados, a cuya voz sumó la del franciscano y profesor de filosofía Antonio Alabau, a fin de que «acudiesen con todo al Consejo». En su representación recla­ maban paridad, en el asunto controvertido, para todos los doctores de la universidad, fuéranlo en teología, cánones, leyes, o filosofía. Parecíales llegada ésta a mayoría de edad en España, por lo que juzga­ ban insostenible por más tiempo la arcaica discriminación. «La facultad de filosofía —escribían— que de tiempos antiquísimos se ha merecido toda la estimación de las naciones más cultas, no dig­ nándose de hacer pública profesión de ella los hombres más sabios y de superior jerarquía, se había mirado en nuestra España hasta nuestros días como unos meros preliminares , o previas instrucciones para la teología. De esta preocupación tan común y modo de pensar tan perjudicial al conocimeinto de las maravillas de la naturaleza tuvo tal vez origen el que no se hiciese aquel aprecio de los doctores 27. LCUC L. 78 (1782-1783). Claustro de 23.V.1783.

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