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18 GERMAN ZAMORA Carlos III, que afectaba a todos por igual: al cese del turno o alternati­ va, del nombre y «división de escuelas» en la provisión de cátedras 13. Cumpliendo esa disposición, mandó el cancelario que, en adelante, ni los catedráticos de filosofía y teología se llamaran, como hasta en­ tonces, «catedráticos de escuela», ni sus oyentes se inscribieran en los libros de matrícula bajo el distintivo de tomistas, suaristas o escotis- tas. Se llamarían simplemente «cursantes de teología o filosofía». En 1768 informaba haber ejecutado el decreto, contra la tripartita y la vieja nomenclatura partidista, «tan absolutamente..., como que ningún profesor de los que obtenían las cátedras que en su erección fueron de la llamada [escuela] jesuita, como y las de las otras, jamás vio en sus tratados, conclusiones, firmas, o exámenes el nombre de escuela, ni fueron reputados por tales» 14. En cuanto a esto último, no hay duda de que exageraba. En esa declaración de Fuertes y Piquer parece latir la vieja solu­ ción del «se obedece, pero no se cumple» o, al menos, la conciencia de que ese vendría a ser el resultado final. La pretensión del gobierno era difícilmente lograble a corto plazo mediante el mero cambio nomi­ nal de los partidos escolásticos. Sus «guerras» continuarían, aunque menos abiertamente, y con ellas la escisión en el seno de la «alma mater». Muchos profesores, de hecho, militantes hasta entonces bajo de la etiqueta suarista, continuaron en sus cátedras, o ascendieron a otras, sin poder paliar del todo la formación recibida. Más aún: si algunos habían optado, ya antes de la abolición de su nomenclatura tradicional y de la misma Compañía, por apellidarse «tomistas mode­ rados» en contraposición a los «tomistas rígidos», vieron ahora con disgusto cómo se los zahería de «fanáticos», «adictos a los expulsos», «suaristas conversos» y de otros «feísimos apodos». Para colmo, no otra era su designación corriente en los informes secretos de los agentes del Consejo, que, a su vez, esgrimía en privado los mismos calificativos de escuela que denostaba en público y prohibía utilizar. Atizaban el císcanos a solicitar la tripartita, y el correlativo argumento esgrimido en contra por las universidades. También los carmelitas pretendieron cátedras para explicar la doctrina de su maestro Bacón de Bacontorp. 13. Por real orden de 22.1.1766 (cf. nuestros estudios Jalones legislativos principales de la reforma Carolina, ya citado, pp. 411s, y Jaque mate al es - cotismo en la universidad de Valladolid, en «Homo et mundus ». Acta quinti congressus scotistici inteimationalis, Salmanticae, 21-26 septembris 1981, ed. C. Bérubé, Romae 1984, 458-473: 467). 14. Ibid.: Expediente promovido a representación del cancelario y claus­ tro de la universidad de Cervera, proponiendo varias dudas sobre la real cédula expedida en 12 de agosto de 1767 extinguiendo la escuela jesuítica.

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