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294 CAMILLE BERUBE busca una solución que retiene lo que parecen contener de válido las opiniones y argumentos analizados, permitiéndole resolver las obje­ ciones reunidas contra su propia tesis. Conducida sobre un cierto nú­ mero de tesis fundamentales, tal indagación permite asistir a la géne­ sis del pensamiento escotista y puede, sin más, expresar su originali­ dad, en filosofía no menos que en teología, por ejemplo: en cuanto a la teoría del conocimiento, el conocimiento de Dios, el objeto de la inteligencia, la necesidad de la Revelación, naturaleza de la ciencia teo­ lógica, el mérito, la ley natural, la propiedad privada y, por supuesto, la univocidad, la distinción formal, la individuación y la personalidad, sin olvidar la predestinación de Cristo y de María. Un punto que atrae cada vez más la atención de los historiadores es la maduración, o evolución personal, de Duns Escoto. Hubo un tiempo en que se lo calificaba de menos agustiniano, o de más aristo­ télico que sus hermanos minoritas de finales del siglo X III, como si su mayor preocupación hubiera sido la de realizar la síntesis de esos movimientos opuestos de ideas después de haber limado sus aristas. Otros, por el contrario, sostienen que el genio de Escoto no se sitúa en el terreno de la dialéctica y de la controversia, sino en una capaci­ dad excepcional para percibir, junto con los puntos flacos de las doc­ trinas que examina, un punto de vista más fundamental, que le per­ mite superar los antagonismos históricos, cuyos representantes más típicos eran Enrique de Gante y Tomás de Aquino. Pero cuanto más se familiariza uno con el avance del pensamiento escotista, más se cons­ tata que las numerosas características de su método demostrativo son otras tantas etapas de su descubrimiento personal de la verdad, de la maduración de sus intuiciones geniales. Lo que cuenta en el pensa­ miento del filósofo no es el punto de partida, sino el punto de llegada en su ascensión intelectual y espiritual. Hasta ahora, la falta de crono­ logía de las obras de Escoto y, sobre todo, la incertidumbre acerca de las etapas de la composición de los textos accesibles hasta no hace mu­ cho, tornaban la investigación una empresa excesivamente pesada. Los diez volúmenes de la edición crítica, con su inmenso aparato guarne­ cido de notas marginales sobre el nacimiento del texto mismo de Es­ coto, sobre los autores que estudia, los lugares paralelos, etc., permi­ ten ahora, en cambio, investigaciones fructíferas acerca del mismo de­ venir de aquel pensamiento.

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